Página 238 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

Basic HTML Version

Capítulo 41—El amor de Dios por el pecador
[284]
[285]
El cielo y el corazón del hombre
—Y a la par que Cristo abre
el cielo al hombre, la vida que imparte abre el corazón del hombre
al cielo. El pecado no sólo nos aparta de Dios, sino que destruye en
el alma humana el deseo y la aptitud para conocerlo. La misión de
Cristo consiste en deshacer toda esta obra de mal. El tiene poder
para vigorizar y restaurar las facultades del alma paralizadas por
el pecado, la mente oscurecida, y la voluntad pervertida. Abre ante
nosotros las riquezas del universo y nos imparte poder para discernir
estos tesoros y apropiarnos de ellos.—
La Educación, 28, 29
.
Cada individuo es conocido por Jesús
—Jesús nos conoce indi-
vidualmente, y se conmueve por el sentimiento de nuestras flaquezas.
Nos conoce a todos por nombre. Conoce la casa donde vivimos, y el
nombre de cada ocupante. Dio a veces instrucciones a sus siervos pa-
ra que fueran a cierta calle en cierta ciudad, a una casa determinada,
para hallar a una de sus ovejas.
Cada alma es tan plenamente conocida por Jesús como si fuera la
única por la cual el Salvador murió. Las penas de cada uno conmue-
ven su corazón. El clamor por auxilio penetra en su oído. El vino
para atraer a todos los hombres a sí. Los invita: “Seguidme”, y su
Espíritu obra en sus corazones para inducirlos a venir a él. Muchos
[286]
rehúsan ser atraídos. Jesús conoce quiénes son. Sabe también quié-
nes oyen alegremente su llamamiento y están listos para colocarse
bajo su cuidado pastoral. El dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las
conozco, y me siguen”. Cuida de cada una como si no hubiera otra
sobre la faz de la tierra.—
El Deseado de Todas las Gentes, 445
.
Posesión demoníaca reprendida siete veces
—María había si-
do considerada como una gran pecadora, pero Cristo conocía las
circunstancias que habían orientado su vida. El hubiera podido ex-
tinguir toda chispa de esperanza de su alma, pero no lo hizo. Era él
quien la había librado de la desesperación y la ruina. Siete veces ella
había oído la reprensión que Cristo hiciera a los demonios que diri-
gían su corazón y su mente. Había oído su intenso clamor al Padre
234