Página 239 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

Basic HTML Version

El amor de Dios por el pecador
235
en su favor. Sabía cuán ofensivo es el pecado para su inmaculada
pureza, y con su poder ella había vencido.
La transformación de María
—Cuando a la vista humana su
caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo
bueno. Vio los mejores rasgos de su carácter. El plan de la redención
ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María
estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser
participante de la naturaleza divina. La que había caído, y cuya
mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho
compañerismo y ministerio con el Salvador. Era María la que se
sentaba a sus pies y aprendía de él. Fue María la que derramó sobre
su cabeza el precioso ungüento, y bañó sus pies con sus lágrimas.
María estuvo junto a la cruz y lo siguió hasta el sepulcro. María fue
la primera que proclamó al Salvador resucitado.
Cuanto mayor el pecado, mayor la necesidad de Jesús
Jesús conoce las circunstancias que rodean cada alma. Tú puedes
decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor
seas, tanto más necesitas a Jesús. El no se aparta de nadie que llore
contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena
a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a
[287]
todo el que acuda a él en busca de perdón y restauración.
Cristo podría encargar a los ángeles del cielo que derramen las
redomas de su ira sobre nuestro mundo, para destruir a los que están
llenos de odio contra Dios. Podría limpiar este negro borrón de su
universo. Pero no lo hace. El está ahora junto al altar del incienso
presentando las oraciones de los que desean su ayuda.
A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las
eleva por encima de las acusaciones y contiendas de las lenguas.
Ningún hombre ni ángel malo puede acusar a estas almas. Cristo las
une a su propia naturaleza divino-humana. Ellas están de pie junto al
gran Expiador del pecado, en la luz que procede del trono de Dios.
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que
también resucitó, está a la diestra de Dios, y también intercede por
nosotros.”—
Romanos 8:33, 34
;
El Deseado de Todas las Gentes,
521, 522
.
Un Ayudador que nunca falla
—El alma que se ha entregado a
Cristo es más preciosa a sus ojos que el mundo entero. El Salvador