Página 240 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

Basic HTML Version

236
Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio
habría pasado por la agonía del Calvario para que uno solo pudiera
salvarse en su reino. Nunca abandona a un alma por la cual murió.
A menos que sus seguidores escojan abandonarlo, él los sostendrá
siempre.
En todas nuestras pruebas, tenemos un Ayudador que nunca
nos falta. El no nos deja solos para que luchemos con la tentación,
batallemos contra el mal, y seamos finalmente aplastados por las
cargas y tristezas. Aunque ahora esté oculto para los ojos mortales, el
oído de la fe puede oír su voz que dice: No temas; yo estoy contigo.
Yo soy “el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por
siglos de siglos”.
Apocalipsis 1:18
. He soportado vuestras tristezas,
experimentado vuestras luchas, y hecho frente a vuestras tentaciones.
Conozco vuestras lágrimas: yo también he llorado. Conozco los
pesares demasiado hondos como para ser susurrados en algún oído
humano. No penséis que estáis solos y desamparados. Aunque en
[288]
la tierra vuestro dolor no toque cuerda sensible alguna en ningún
corazón, miradme a mí, y vivid. “Porque los montes se moverán, y
los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni
el pacto de mi paz vacilará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de
ti”
Isaías 54:10
;.—
El Deseado de Todas las Gentes, 446, 447
.
Odio por el pecado, amor por los pecadores
—Jesús se ende-
rezó y mirando a la mujer le dijo: “¿Mujer, dónde están los que te
acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: Señor, ninguno.
Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más”.
La mujer había estado temblando de miedo delante de Jesús.
Sus palabras: “El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella
la piedra el primero”, habían sido para ella como una sentencia de
muerte. No se atrevía a alzar sus ojos al rostro del Salvador, sino
que esperaba silenciosamente su suerte. Con asombro vio a sus
acusadores apartarse mudos y confundidos; luego cayeron en sus
oídos estas palabras de esperanza: “Ni yo te condeno: vete, y no
peques más”. Su corazón se enterneció, confesando sus pecados con
amargas lágrimas.
Comienzo de una vida nueva
—Esto fue para ella el principio
de una nueva vida, una vida de pureza y paz, consagrada al servicio
de Dios. Al levantar a esta alma caída, Jesús hizo un milagro mayor
que al sanar la más grave enfermedad física. Curó la enfermedad
espiritual que es para muerte eterna. Esa mujer penitente llegó a