Página 54 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio
Ud. mantenerlos cuando sea revestida con el ropaje de la justicia de
Cristo?
Perfección únicamente en Cristo
—El tiempo que nos queda
en esta tierra es corto. Es un tiempo cuando las prácticas licenciosas
dentro del matrimonio están arruinando a millares y a decenas de
millares. Mientras tenga que cargar con su cruz, le ruego, por causa
de Cristo, que no se aparte de la justicia y la rectitud. Que vuestras
vidas sean sobrias; pongan fuerza de voluntad en el asunto, no
procurando uno la perfección del otro, sino más bien contemplando
a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.
Esfuércense para correr la carrera cristiana con paciencia, mante-
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niendo en vista la corona de la vida eterna, tratando de comprender
cuál es la voluntad de Dios y luchando para lograr afecto en su trato.
Yo sé que cuando Ud. esté convencida de la senda correcta,
actuará resueltamente, no como una criatura, sino de acuerdo con
sus convicciones y sentimientos. Entréguese a Dios sin reservas:
cuerpo, alma y espíritu. Trabaje en la causa de Dios haciendo el
bien, y el Señor la bendecirá. No se vuelva egocéntrica. Piense en
las almas de los demás, en la vida abnegada y sacrificada de Jesús.
Desvíe su atención de Ud. misma y concéntrese en Jesús, su vida,
su carácter.—
Carta 57, 1888
, (8 de junio de 1888).
La aceptación de los hechos
—No puedo ver qué más se puede
hacer en este caso, y pienso que lo único que Ud. [Walter] puede
hacer, es dejar a su esposa. Si ella está tan determinada a no vivir más
con Ud., ambos podrían llegar a ser los más miserables si intentaran
vivir juntos otra vez. Y como ella ha decidido terminantemente
separarse, lo único que Ud. puede hacer es cargar su cruz, y mostrar
que es un hombre...
Espero que se comporte como hombre. Eche a un lado el asunto,
retome su trabajo, cumpla con su deber sin tomar en cuenta a nadie
sobre la tierra, desinteresada, abnegada y sacrificadamente. En esto
residirá su fortaleza. Jesús nuestro Redentor se presenta a los hom-
bres diciendo: Te amo; quiero hacerte feliz. Mostrando sus manos y
pies, declara: He sufrido por tu causa; llevo los dardos que habían
sido dirigidos a ti. Llevaré tus cargas. Seré tu refugio. Confía en mí,
y obtendrás el galardón de vida para siempre jamás.
No hay tiempo para apiadarse de uno mismo
—Le digo: pon-
ga su confianza en Dios. Su mente ha estado perpleja, ocupada con