Página 78 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Capítulo 11—El pecado de la permisividad
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Rescatado del pecado y la impureza
—Cuando la Ley de Dios
está escrita en el corazón, se manifiesta en una vida pura y santa.
Los mandamientos de Dios no son letra muerta. Son espíritu y vida,
y llevan la imaginación y los pensamientos a sujetarse a la voluntad
de Cristo. El corazón en el cual se hallen escritos, será guardado con
toda diligencia, porque de él mana la vida.
Todos los que amen a Jesús y guarden sus mandamientos, trata-
rán de evitar aun la apariencia del mal; no porque sean constreñidos
a hacerlo, sino porque los tales transcriben un modelo puro y se
sienten renuentes a cualquier cosa contraria a la Ley escrita en sus
corazones. No confiarán en sí mismos, sino que su confianza estará
puesta en Dios, quien es el único capaz de guardarlos del pecado y
la impureza. La atmósfera que los rodea es pura; no corromperán su
alma ni las de los demás. Se gozan en obrar con justicia, en amar la
misericordia y en andar humildemente delante de Dios.
Peligros de los últimos días
—El peligro que se presentará ante
los que vivan en los últimos días es la ausencia de religión pura, de
santidad de corazón. El poder de conversión de Dios no ha obrado
en la transformación de los caracteres de muchos. Profesan creer
verdades sagradas, como hizo la nación judía; pero por su carencia
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de práctica de la verdad, se tornan ignorantes de las Escrituras y
del poder de Dios. El poder y la influencia de la Ley de Dios se
manifiesta alrededor de ellos, pero no renuevan su alma en santidad
pura; por lo tanto, el Señor les dirige una súplica para estimularlos
en la práctica de lo que es correcto. Las súplicas de su Espíritu son
objetos de negligencia y rechazo. Las barreras son derribadas. El
alma es débil y, por falta de fuerza moral para sobreponerse, acaba
siendo contaminada y degradada. Se están atando a sí mismos en
manojos, como haces listos para ser consumidos en el día final.
Deberes y obligaciones de los ministros
—Se requería de los
sacerdotes judíos que fueran personas simétricas y bien equilibradas
para que pudieran reflejar una gran verdad. “Limpiense los que
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