Página 93 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Capítulo 12—Desobediencia del séptimo
mandamiento
La Ley de Dios es el camino a la felicidad
—Antes de la des-
trucción del mundo antiguo por el diluvio, sus habitantes estaban
ennegrecidos de corrupción. Prevalecían el pecado y los crímenes de
toda clase. La condición actual del mundo está llegando rápidamente
al punto cuando Dios dirá, como dijo en la antigüedad: “Mi espíritu
no contenderá para siempre con el hombre”. Uno de los pecados
más graves que prevalece en esta era degenerada por la corrupción
es el adulterio. Este vergonzoso pecado está siendo cometido en
forma alarmante. El sábado y la institución matrimonial fueron esta-
blecidos por Dios en el Edén, para que fueran perpetuados en forma
sagrada y santa. Ambas instituciones, de origen divino, han sido
despreciadas y consideradas sin ningún valor por hombres y mujeres
cuyos corazones están determinados a ejecutar solamente el mal.
El adulterio es un pecado “cristiano”
—Si se encontraran
transgresores del séptimo mandamiento únicamente entre los que
no profesan ser seguidores de Cristo, el mal sólo sería grave en una
décima parte de lo que es hoy; pero el delito del adulterio es cometi-
do, en gran medida, por los profesos cristianos. Tanto pastores como
miembros de iglesia cuyos nombres figuran en los registros como si
estuvieran en regla, son igualmente culpables.
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Muchos de los que aseveran ser ministros de Cristo son como los
hijos de Elí, que ministraban en los oficios sagrados y se aprovecha-
ban del ministerio para envolverse en crímenes y cometer adulterio,
llevando así al pueblo a transgredir la Ley de Dios. Los tales tendrán
que rendir una terrible prestación de cuentas cuando los casos de
todos sean presentados delante de Dios y juzgados de acuerdo con
las acciones realizadas contra el cuerpo... El adulterio es uno de los
pecados más terribles de nuestro tiempo. Y este pecado prevalece
en los profesos cristianos de todas las clases sociales...
Los cristianos son llamados a presentar sus cuerpos como un
sacrificio vivo sobre el altar de Dios. “No reine, pues, el pecado en
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