Página 102 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
arrepentidos tenían el privilegio de hacer su decisión colocándose
junto a Moisés. “Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel:
Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta
a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su
amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al
dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil
hombres”. No hubo parcialidad, hipocresía ni confederación para
defender a los culpables, pues el terror de Jehová estaba sobre el
pueblo.
Los que habían mostrado tan poco sentido de la presencia y
la grandeza de Dios, y que, aun después de la exhibición de su
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majestad, no vacilaron en apartarse del Señor, hubieran sido una
trampa constante para Israel. Fueron muertos como una reprensión
para el pecado, y para poner en el pueblo el temor de deshonrar a
Dios.
El peligro de agradarse a sí mismo
No puedo seguir considerando ahora esta historia, pero os ruego
a vosotros, que estáis en cada ciudad, en cada pueblo, en cada casa;
pido a todo individuo, que estudie la lección que enseña este pasaje,
teniendo en cuenta las palabras de la inspiración: “El que piensa
estar firme, mire que no caiga”. Aquí se presenta la única predesti-
nación que hallamos en la Palabra de Dios. Sólo aquellos que ponen
atención para no caer serán aceptados finalmente. No puede haber
presunción más fatal que la que induce a los hombres a aventurarse
en la conducta del que se agrada a sí mismo. En vista de esta solem-
ne advertencia de Dios, ¿no debieran poner atención los padres y las
madres? ¿No debieran señalar fielmente a los jóvenes los peligros
que se levantan constantemente para apartarlos de Dios? Muchos
permiten que los jóvenes asistan a reuniones de placer, pensando
que las diversiones son esenciales para la salud y la felicidad; pero,
¡qué peligros hay en esa senda! Cuanto más se complace el deseo
de placer, tanto más se cultiva y tanto más se fortalece, hasta que la
complacencia propia y la diversión llegan a constituir la mayor parte