Amonestaciones fieles y fervientes
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tan recientemente había hecho con Dios. El texto bíblico “Airaos,
pero no pequéis”, se refiere a la justa indignación contra el pecado,
que surge del celo por la gloria de Dios, y no al enojo promovido
por la ambición del amor propio herido. Tal fue el enojo de Moisés.
“Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego,
y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y
lo dio a beber a los hijos de Israel. Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te
ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado? Y
respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que
es inclinado a mal. Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan
delante de nosotros; que a este Moisés, el varón que nos sacó de
la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”. Y vio
Moisés “que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había
permitido, para vergüenza entre sus enemigos”.
Influencia especial de la obra de Satanás
Se nos da la advertencia: “Y estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes
han alcanzado los fines de los siglos”. Notad la influencia de sus
excesos y su fanatismo en el servicio del gran obrero maestro que
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es Satanás. Tan pronto como el malvado tuvo al pueblo bajo su
dominio, hubo exhibiciones de carácter satánico. El pueblo comió y
bebió sin dedicar un solo pensamiento a Dios y su misericordia, a la
necesidad de resistir al diablo, que los estaba incitando a cometer
los actos más vergonzosos. El mismo espíritu se manifestó en el
sacrilego banquete de Belsasar. Hubo júbilo y danzas, hilaridad y
cantos, y se llegó a una infatuación que seducía los sentidos; luego
vino la complacencia de pasiones desordenadas y lujuriosas: todo
esto se mezcló en la lamentable escena. Dios había sido deshonrado;
su pueblo se había convertido en una vergüenza a la vista de los
paganos. Los juicios estaban por caer sobre esa multitud infatuada
y entontecida. Sin embargo, Dios en su misericordia les dio una
oportunidad para perdonarles sus pecados.
“Se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está
por Jehová?” Los pregoneros tomaron sus palabras y las repitieron
al son de trompetas: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y
se juntaron con él todos los hijos de Leví”. Todos los que estaban