Página 129 - Testimonios para los Ministros (1979)

Basic HTML Version

La alta norma de Dios
125
se lo conservara libre de todo trabajo secular. Al poner aparte así
el sábado, Dios dio al mundo un monumento conmemorativo. No
apartó un día cualquiera de los siete, sino un día específico, el sépti-
mo día. Y al observar el sábado, manifestamos que lo reconocemos
como el Dios viviente, el Creador de los cielos y la tierra.
No hay nada en el sábado que lo restrinja a una clase particular
de personas. Ha sido dado para todo el género humano. Ha de ser
empleado, no en la indolencia, sino en la contemplación de las obras
[137]
de Dios. Esto habían de hacer los hombres para que “supiesen que
yo soy Jehová que los santifico”.
El Señor se acerca mucho a su pueblo en el día que él ha ben-
decido y santificado. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el
firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra al
otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”. El sábado es el
monumento divino que señala a los hombres a su Creador que hizo
el mundo y todas las cosas que hay en él. En las colinas eternas, en
los árboles majestuosos, en todo capullo que se abre y en toda flor
que florece, podemos contemplar la obra del gran Artífice Maestro.
Todo nos habla de Dios y de su gloria.
Todo leal hijo de Dios tratará de conocer la verdad. Juan pre-
sentó la verdad tan claramente que un niño puede entenderla. “Si
me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os
dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: al
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le
ve, ni le conoce”. ¿Escogemos ser clasificados entre aquellos que no
disciernen la verdad, que están tan cegados por el poder engañoso
del enemigo que sus ojos no ven a Aquel que es la misma imagen
de la sustancia del Padre?
Los seguidores de Cristo pertenecen completamente a otra clase.
“Pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros, y estará en
vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un
poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque
yo vivo, vosotros también viviréis”. “El que tiene mis mandamientos,
y los guarda, ése es el que ama; y el que me ama, será amado por mi
Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. “El que me ama, mi
palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
[138]
morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la
palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”.