Página 316 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
rebosaba sabiduría. Estaba por cierto en posesión de talentos nada
ordinarios. No quería ir a Jesús de día, porque se habría convertido
en el blanco de todas las miradas. Habría sido demasiado humillante
para un príncipe de los judíos manifestar simpatía por el despreciado
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Nazareno. Nicodemo pensó: Me cercioraré de la misión y de las
pretensiones de este Maestro, si él realmente es la luz para iluminar
a los gentiles y la gloria de Israel.
Jesús virtualmente le dice a Nicodemo: No es la controversia lo
que te ayudará: no son las discusiones las que traerán luz al alma.
Debes tener un nuevo corazón, de otra manera no puedes discernir
el reino de los cielos. No será un cúmulo mayor de evidencias lo que
te coloque en una posición correcta, sino nuevos propósitos, nuevas
motivaciones para la acción. Debes nacer de nuevo. Antes que este
cambio ocurra, y haga todas las cosas nuevas, las más poderosas
evidencias que puedan presentarse serán sin efecto. La falta está
en tu propio corazón; todas las cosas deben ser cambiadas, de otra
forma no podrás ver el reino de Dios.
Esta fue una declaración muy humillante para Nicodemo, y con
un sentimiento de irritación tomó las palabras de Cristo y dijo:
“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?” No tenía suficiente
disposición espiritual para discernir el significado de las palabras
de Cristo. Pero el Salvador no hizo frente a los argumentos con
argumentos. Extendiendo su mano con solemne y tranquila dignidad,
insistió con mayor seguridad en la aplicación individual de la verdad:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de
la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento
sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde
viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”.
Nicodemo le dijo: “¿Cómo puede hacerse esto?”
Algunos fulgores de la verdad estaban penetrando en la mente del
príncipe. Las palabras de Cristo lo llenaron de pavor, y lo indujeron a
preguntar: “¿Cómo puede hacerse esto?” Con profundo fervor Jesús
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le respondió: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” Sus
palabras transmitieron a Nicodemo la lección de que, en lugar de
sentirse irritado ante la declaración sencilla de la verdad y permitirse
ironías, debía tener una opinión mucho más humilde de sí mismo,