Página 318 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere
las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo;
el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Jesús no solamente le dijo
a Nicodemo que debía tener un nuevo corazón a fin de ver el reino
de los cielos, sino le dijo cómo obtener el nuevo corazón. Leyó la
mente inquisitiva de un verdadero buscador de la verdad, y presentó
delante de él la representación de sí mismo: “Como Moisés levantó
la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre
sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna”. ¡Buenas nuevas! ¡buenas nuevas! ¡resonad por el
mundo! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna”. Esta lección es de la mayor importancia
para toda alma que vive; porque los términos de la salvación son
presentados aquí en forma clara. Si uno no tuviera otro texto en la
Biblia, éste solo sería una guía para el alma.
Especialmente para todo hombre que acepta responsabilidades
como consejero, para todo el que trata con almas humanas, esta
verdad grandiosa y bella debe ser una luz brillante y refulgente. No
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es ningún crédito para alguien que posee la Palabra de Dios decir:
“No tengo experiencia; no entiendo estas cosas”. Nunca será más
sabio a menos que llegue a ser de mucha menor importancia en
su propia estima. Debe aprender su lección como un niñito. Debe
hacer que su primer deber sea el comprender la obra de Dios en la
regeneración del alma. Este cambio debe ocurrir en todo hombre
antes que acepte un cargo como dirigente o administrador en relación
con la sagrada obra de Dios. Si alguien no tiene una relación vital con
Dios, su propio espíritu y sentimientos prevalecerán. Estos pueden
ser bien representados por el fuego extraño ofrecido en lugar del
fuego sagrado. El hombre ha entretejido en la obra de Dios sus
propios defectos de carácter, planes humanos y terrenos, engaños
que lo entrampan a él mismo y a todos los que los aceptan.
El juicio de Amalec
Dios empeña su más sagrada palabra al afirmar que os bendecirá
si andáis en sus caminos y hacéis justicia y juicio. “No tendrás en tu
bolsa pesa grande y pesa chica, ni tendrás en tu casa efa grande y