Página 435 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Principios vitales acerca de nuestras relaciones mutuas
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No hable ni de su ineficiencia ni de sus defectos. Cuando la
desesperación parezca pasar como tromba por sobre su alma, con-
temple a Jesús y diga: “El vive para interceder por mí”. Olvide lo
que queda atrás y crea en la promesa: “Vendré a vosotros”, y moraré
[517]
“con vosotros”.
Dios está esperando para conferir la bendición del perdón, la
remisión de la iniquidad y los dones de la justicia a todos los que
crean en su amor y acepten la salvación que él ofrece. Cristo está
dispuesto a decir al pecador arrepentido: “Mira que he quitado de
ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala”. La sangre
de Jesucristo es el argumento elocuente que habla en favor de los
pecadores. Esta sangre “limpia de todo pecado”.
Usted tiene el privilegio de confiar en el amor de Jesús para
su salvación, en la forma más plena, segura y noble; usted tiene el
privilegio de decir: “Me ama, me recibe; confiaré en él porque dio su
vida por mí”. Nada disipa tanto la duda como el ponerse en contacto
con el carácter de Cristo. El declara: “Y al que a mí viene no le echo
fuera”, es decir, no hay ninguna posibilidad de que lo eche fuera,
porque he empeñado mi palabra de que lo recibiré. Acepte la palabra
de Cristo y afirme con sus labios que ya ha ganado la victoria.
¿Es fiel Jesús? ¿Quiere decir realmente lo que dice? Conteste
decididamente: Sí, efectivamente. Luego, si esto ya está definido,
reclame por fe toda promesa que él haya hecho, y reciba la bendición;
porque el aceptar por fe sus promesas da vida al alma. Puede creer
que Jesús le es fiel aunque se sienta el más débil y el más indigno
de sus hijos. Y cuando usted crea, todas esas dudas tenebrosas que
han surgido serán arrojadas sobre el archiengañador, que las originó.
Usted puede ser una gran bendición si se atiene a lo que Dios ha
dicho. Tiene que confiar en él mediante una fe viva, aunque sienta el
fuerte impulso de pronunciar palabras de desconfianza.
[518]
La paz proviene de la confianza en el poder divino. Tan pronto
como el alma resuelve obrar de acuerdo con la luz que ha recibido,
el Espíritu Santo da más luz y más fuerza. Se concede la gracia
del Espíritu para cooperar con la resolución del alma, aunque no
reemplaza al ejercicio individual de la fe. El éxito en la vida cristiana
depende de que uno se apropie de la luz que Dios ha dado. Lo que
libera al alma en Cristo no es la abundancia de luz y evidencia, sino