42
Testimonios para los Ministros
Escrituras con un espíritu libre de prejuicios para ver si los puntos
presentados pueden ser comprobados por la palabra inspirada. “El
siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con
todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a
los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan
para conocer la verdad”.
2 Timoteo 2:24, 25
.
¡Lo que Dios ha hecho!
Al recapacitar en nuestra historia pasada, habiendo recorrido
cada paso de su progreso hasta nuestra situación actual, puedo decir:
¡Alabemos a Dios! Mientras contemplo lo que Dios ha hecho, me
siento llena de asombro, y confianza en Cristo como nuestro líder.
No tenemos nada que temer por el futuro, excepto que olvidemos la
manera en que el Señor nos ha conducido.
Podemos ser ahora un pueblo fuerte, si ponemos nuestra confian-
za en el Señor; porque estamos manejando las grandiosas verdades
de la Palabra de Dios. Tenemos todas las razones para estar agra-
decidos. Si andamos en la luz de los vivientes oráculos de Dios tal
como brilla sobre nosotros, tendremos grandes responsabilidades, en
correspondencia con la gran luz que Dios nos ha dado. Tenemos mu-
chos deberes que realizar, porque hemos sido hechos depositarios de
la verdad sagrada que debe ser dada al mundo en toda su hermosura
y su gloria. Hemos contraído con Dios la deuda de usar toda ventaja
que él nos ha confiado para hermosear la verdad por la santidad del
carácter, y para proclamar los mensajes de amonestación, consuelo,
esperanza y amor a los que están en las tinieblas del error y del
pecado.
[32]
Gracias a Dios por lo que ya se ha hecho en proporcionar a nues-
tros jóvenes los medios para su preparación religiosa e intelectual.
Muchos han sido educados para que puedan desempeñar una parte
en las diversas ramas de la obra, no sólo en Norteamérica, sino en
los campos extranjeros. Nuestras editoriales han proporcionado pu-
blicaciones que han difundido por todas partes el conocimiento de la
verdad. Que todos los donativos que cual riachuelos han engrosado
la corriente de la dadivosidad, sean reconocidos como una causa de
gratitud a Dios.