Página 45 - Testimonios para los Ministros (1979)

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La iglesia de Cristo
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Responsabilidad individual y unidad cristiana
Dios está sacando a un pueblo del mundo para colocarlo sobre
la exaltada plataforma de la verdad eterna, los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús. El quiere disciplinar y preparar a sus hijos. No
estarán en desacuerdo, creyendo uno una cosa, y teniendo otro una
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fe y opiniones totalmente opuestas, moviéndose cada uno indepen-
dientemente del cuerpo. Por la diversidad de los dones y ministerios
que él ha puesto en la iglesia, todos pueden llegar a la unidad de la
fe. Si un hombre adopta sus puntos de vista referentes a la Biblia
sin considerar la opinión de sus hermanos, y justifica su conducta
alegando que tiene derecho de profesar sus propias opiniones pecu-
liares, y luego las impone a otros, ¿cómo podrá cumplirse la oración
de Cristo? Y si otro y aún otro se levanta, y cada uno reclama el
derecho a creer y hablar lo que le place sin referencia a la fe del
cuerpo, ¿dónde estará la armonía que existió entre Cristo y su Padre,
y que Cristo pidió en oración existiera entre sus hermanos?
Aunque tenemos una obra individual y una responsabilidad in-
dividual delante de Dios, no hemos de seguir nuestro propio juicio
independiente, sin considerar las opiniones y los sentimientos de
nuestros hermanos; este proceder conducirá al desorden en la iglesia.
Es deber de los ministros respetar el juicio de sus hermanos; pero
sus relaciones mutuas, así como las doctrinas que enseñan, deben
ser examinadas a la luz de la ley y el testimonio; entonces, si los
corazones son dóciles para recibir enseñanza, no habrá divisiones
entre nosotros. Algunos están inclinados a ser desordenados, y están
apartándose de los grandes hitos de la fe; pero Dios está induciendo
a sus ministros a ser uno en doctrina y en espíritu.
Es necesario que nuestra unidad hoy sea de un carácter tal que
soporte el fuego de la prueba... Tenemos muchas lecciones que
aprender, y muchísimas que desaprender. Sólo Dios y el cielo son
infalibles. Serán chasqueados quienes creen que nunca habrán de
abandonar una opinión acariciada, que nunca se les presentará la
ocasión de cambiar su punto de vista. Mientras sigamos aferrados
a nuestras propias ideas y opiniones con empecinada porfía, no
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podremos tener la unidad por la cual Cristo oró.
Cuando un hermano recibe nueva luz sobre las Escrituras, debe
explicar francamente su posición, y todo ministro debe investigar las