Página 138 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
Se necesitan esfuerzos continuos
—Debéis seguir interesán-
doos por aquellos a quienes queráis ayudar. De lo contrario, nunca
alcanzaréis la victoria. Siempre los tentará el mal. Una y otra vez
se sentirán casi vencidos por la sed de bebidas embriagantes; puede
que caigan y vuelvan a caer; pero no cejéis por ello en vuestros
esfuerzos.
Resolvieron hacer el esfuerzo de vivir para Cristo; pero debilitóse
su fuerza de voluntad, y, por tanto, deben guardarlos cuidadosamente
los que velan por las almas como quienes han de dar cuenta. Per-
dieron su dignidad humana, y la han de recuperar. Muchos han de
luchar con potentes tendencias hereditarias al mal. Al nacer here-
daron deseos contrarios a la naturaleza e impulsos sensuales, y hay
que prevenirlos cuidadosamente contra ellos. Por dentro y por fuera,
el bien y el mal porfían por la supremacía. Quienes no han pasado
jamás por semejantes experiencias no pueden conocer la fuerza casi
invencible de los apetitos ni lo recio del conflicto entre los hábitos
de satisfacerlos y la resolución de ser templados en todo. Hay que
volver a batallar repetidamente.
No nos desanimemos por las apostasías
—Muchos de los atraí-
dos a Cristo carecerán de valor moral para proseguir la lucha contra
los apetitos y pasiones. Pero el obrero no debe desalentarse por ello.
¿Recaen tan sólo los sacados de los profundos abismos?
Recordad que no trabajáis solos. Los ángeles comparten el ser-
vicio de los sinceros hijos de Dios. Y Cristo es el restaurador. El
gran Médico se pone al lado de sus fieles obreros, diciendo al alma
arrepentida: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Marcos 2:5
.
Muchos entrarán en el cielo
—Muchos desechados se aferrarán
a la esperanza que el Evangelio les ofrece, y entrarán en el reino de
los cielos, mientras que otros que tuvieron hermosas oportunidades
y mucha luz, pero no las aprovecharon, serán dejados en las tinieblas
de afuera.—
El Ministerio de Curación, 127-130
.
Buenos impulsos debajo de una apariencia repulsiva
—Nos
dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto a los que no
corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No
debemos jamás dejar de trabajar por un alma mientras quede un rayo
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de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados
sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador.