Página 151 - La Temperancia (1976)

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Capítulo 2—El cuerpo es el templo
La responsabilidad del cristiano
—“¿No sabéis—pregunta
Pablo—que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mo-
ra en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le
destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
es”. El hombre es la hechura de Dios, su obra maestra, creado para
un alto y santo propósito; y en cada parte del tabernáculo humano
Dios desea escribir su ley. Cada nervio y músculo, cada facultad
mental y física debe ser guardada pura.
Dios quiere que el cuerpo sea un templo para su Espíritu. Cuán
solemne, entonces, es la responsabilidad que descansa sobre cada
alma. ... Cuántos hay que, bendecidos con razón e inteligencia, talen-
tos que deberían ser usados para la gloria de Dios, voluntariamente
degradan el alma y el cuerpo. Sus vidas son una continua ronda de
excitación. Partidos de cricket y fútbol, y carreras de caballos absor-
ben la atención. La maldición del licor, con su mundo de pesar, está
profanando el templo de Dios. ... Por el uso de la bebida y el tabaco
los hombres están envileciendo la vida que se les ha dado para altos
y santos propósitos. Sus prácticas están representadas por maderas,
heno y rastrojo. Sus poderes dados por Dios están pervertidos, y sus
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sentidos degradados para satisfacer los deseos de la mente carnal.
El ebrio se vende a sí mismo por una copa de veneno. Satanás
toma el dominio de su razón, sus afectos, su conciencia. Tal hombre
está destruyendo el templo de Dios. El beber té le ayuda a hacer
esta obra. Sin embargo, cuántos son los que ponen estos agentes
destructores sobre sus mesas.
No hay derecho a dañar ningún órgano de la mente o el cuer-
po
—Ningún hombre o mujer tiene algún derecho a formar hábitos
que disminuyan la acción saludable de un órgano de la mente o del
cuerpo. El que pervierte sus facultades está profanando el templo
del Espíritu Santo. El Señor no obrará un milagro para restaurar la
salud de los que continúan usando drogas que degradan el alma, la
mente y el cuerpo tanto que las cosas sagradas no son apreciadas.
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