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La Temperancia
Los que se dan al uso del tabaco y la bebida no aprecian su intelecto.
No se dan cuenta del valor de las facultades que Dios les ha dado.
Permiten que sus facultades se marchiten y decaigan.
Dios desea que todos los que creen en él sientan la necesidad de
desarrollo. Cada facultad confiada debe ser mejorada. Ninguna debe
ser descuidada. Como labranza y edificio de Dios, el hombre está
bajo su supervisión en todo el sentido de la palabra; y cuanto mejor
se relacione con su Hacedor, más sagrada llegará a ser su vida en su
estimación. ...
Dios pide a sus hijos que vivan una vida pura y santa. Ha dado
a su Hijo para que podamos alcanzar esta norma. Ha hecho toda la
provisión necesaria para capacitar al hombre para vivir, no para una
satisfacción animal, como las bestias que perecen, sino para Dios y
el cielo. ...
Dios lleva cuenta
—El castigo físico por pasar por alto las leyes
naturales aparecerá en forma de enfermedad, un organismo arrui-
nado, y aun la muerte. Pero también tiene que hacerse pronto un
arreglo con Dios. El registra cada trabajo, si es para el bien o para el
mal, y en el día del juicio cada hombre recibirá de acuerdo con su
obra. Cada transgresión de las leyes de la vida física es una transgre-
sión de las leyes de Dios; y el castigo debe seguir, y seguirá a cada
una de tales transgresiones.
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La casa humana, el edificio de Dios, requiere una estrecha y
vigilante custodia. ... La vida física debe ser cuidadosamente edu-
cada, cultivada, y desarrollada para que mediante los hombres y las
mujeres sea revelada la naturaleza divina en su plenitud. Dios espera
que los hombres usen el intelecto que les ha dado. Que empleen
cada poder del raciocinio para él. Han de dar a la conciencia el
lugar de supremacía que se le ha asignado. Las facultades mentales
y físicas, junto con los afectos, tienen que ser cultivados para que
puedan alcanzar la más alta eficiencia.—
The Review and Herald, 6
de noviembre de 1900
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Guiados por una conciencia iluminada
—El apóstol Pablo es-
cribe: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad
corren, pero uno sólo lleva el premio? Corred de tal manera que
lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a
la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una
incorruptible”.—
The Signs of the Times, 2 de octubre de 1907
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