El cuerpo es el templo
149
El apóstol Pablo menciona aquí las carreras pedestres, con las
cuales los corintios estaban familiarizados. Los contendientes de
estas carreras estaban sujetos a la más severa disciplina para ponerlos
en condiciones de afrontar la prueba de su fuerza. Su dieta era simple.
El alimento abundante y el vino eran prohibidos. Su comida era
cuidadosamente seleccionada. Estudiaban para saber qué se adaptaba
mejor para mantenerlos sanos y activos, y qué podía impartirles vigor
físico y resistencia, para que pudieran exigir sus fuerzas hasta el
máximo. Cada complacencia que podría tender a debilitar las fuerzas
físicas era prohibida.—
The Signs of the Times, 27 de enero de 1909
.
Si los paganos, que no estaban dominados por una conciencia
iluminada, que no tenían el temor de Dios delante de ellos, podían
someterse a la privación y a la disciplina del entrenamiento, negán-
dose a cada complacencia debilitadora solamente por una corona
de sustancia perecedera y el aplauso de la multitud, cuánto más los
que corren la carrera cristiana con la esperanza de la inmortalidad
y la aprobación del alto Cielo deberían estar dispuestos a privarse
de los estimulantes malsanos y las complacencias que degradan la
moral, debilitan el intelecto y colocan las facultades superiores bajo
el dominio de los apetitos y pasiones animales.
[128]
Multitudes en el mundo están presenciando este juego de la vida,
la lucha cristiana. Y no es todo. El Monarca del universo y las mi-
ríadas de ángeles celestiales son espectadores de esta carrera; están
observando ansiosamente para ver quiénes serán los triunfadores de
éxito que ganarán la corona de gloria que no se esfuma. Con intenso
interés Dios y los ángeles celestiales toman en cuenta la negación
propia, el sacrificio propio, y los agonizantes esfuerzos de los que
se empeñan en correr la carrera cristiana. La recompensa dada a
cada hombre estará de acuerdo con la perseverante energía y la fiel
solicitud con que realiza su parte en esta gran disputa.
En los juegos referidos, sólo uno tenía la seguridad del premio.
En la carrera cristiana, dice el apóstol: “Así que, yo de esta manera
corro, no como a la ventura”. No seremos desilusionados al final de la
carrera. Para todos los que cumplen cabalmente con las condiciones
de la Palabra de Dios, y tienen un sentido de su responsabilidad
para preservar el vigor físico y la actividad del cuerpo, a fin de tener
mentes bien equilibradas y moral saludable, la carrera no es incierta.