Página 164 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
mientos que habrían de suceder en los últimos días.—
La Edificación
del Carácter y la Formación de la Personalidad, 21-29
.
Los jóvenes hebreos no obraron presuntuosamente, sino con-
fiando firmemente en Dios. No decidieron singularizarse, aunque
preferían eso antes que deshonrar a Dios.—
La Historia de Profetas
y Reyes, 354
.
La recompensa de la temperancia es para nosotros tam-
bién
—Los hebreos cautivos fueron hombres con las mismas pa-
siones que nosotros. En medio de las seductoras influencias de la
fastuosa corte de Babilonia permanecieron firmes. Los jóvenes de
hoy están rodeados de incitaciones a la complacencia propia. Espe-
cialmente en nuestras grandes ciudades, cada forma de complacencia
sensual se hace fácil y tentadora. Los que, como Daniel, rehúsan co-
rromperse a sí mismos, cosecharán la recompensa de los hábitos de
temperancia. Con su vigor físico más desarrollado y mayor poder de
resistencia, tendrán como un depósito bancario al cual echar mano
en caso de emergencia.
Los hábitos físicos correctos promueven la superioridad mental.
El poder intelectual, el vigor físico, y la extensión de la vida depen-
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den de leyes inmutables. La naturaleza de Dios no interferirá para
preservar a los hombres de las consecuencias de violar los requeri-
mientos de la misma. Quien lucha por la victoria debe ser moderado
en todas las cosas. La claridad de mente y la firmeza de propósito de
Daniel, su poder de adquirir conocimiento y de resistir la tentación,
se debieron en gran medida a la sencillez de su dieta, en relación
con su vida de oración.
Hay mucha verdad áurea en el adagio: “Cada hombre es el ar-
quitecto de su propia fortuna”. Si bien es cierto que los padres son
responsables de moldear el carácter como de la educación y prepa-
ración de sus hijos, también es cierto que nuestra posición y nuestra
utilidad en el mundo dependen en alto grado de nuestro propio curso
de acción. Daniel y sus compañeros gozaron de los beneficios de una
correcta preparación y educación en su vida temprana, pero estas
ventajas solas no podrían haber hecho de ellos lo que fueron. Vino
el tiempo cuando debían actuar por sí mismos, cuando su futuro de-
pendía de su propio curso de acción. Entonces decidieron ser fieles a
las lecciones que recibieron en la niñez. El temor de Dios, que es el