Capítulo 5—Los alimentos sobre nuestras mesas
La intemperancia comienza en nuestras propias mesas
—
Muchas madres que deploran la intemperancia que existe por do-
quiera no investigan lo suficiente como para ver la causa. Demasiado
a menudo se la puede rastrear hasta la mesa del hogar. Más de una
madre, aun entre las que profesan ser cristianas, diariamente pone de-
lante de su familia alimentos excesivos y muy sazonados que tientan
el apetito y estimulan a comer demasiado.—
Christian Temperance
and Bible Hygiene, 75, 76
.
Después de un tiempo, por la complacencia continua del ape-
tito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento ingerido no
satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir
alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne producen un
efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos, el sistema
nervioso se excita y, en algunos casos, el intelecto parece vigori-
zado momentáneamente y la imaginación resulta más vívida. Por
el hecho de que estos estimulantes producen resultados pasajeros
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tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente y conti-
núan consumiéndolos. ... El apetito se acostumbra a desear algo más
fuerte, lo cual tenderá a aumentar la sensación agradable, hasta que
satisfacerlo llega a ser un hábito y de continuo se desean estimulan-
tes más fuertes, como el tabaco, los vinos y licores.—
Joyas de los
Testimonios 1:417, 418
.
Alimentos sanos, sencillamente preparados
—Cada madre de-
bería vigilar cuidadosamente su mesa, y no permitir sobre ella nada
que tenga la más leve tendencia a colocar el fundamento de hábitos
de intemperancia. Los alimentos deberían prepararse en la forma
más sencilla posible, libre de condimentos y especias, y aun de una
cantidad indebida de sal.
Vosotros que tenéis sobre vuestro corazón el bien de vuestros
hijos y queréis verlos crecer con gustos y apetitos no pervertidos,
debéis abriros paso con perseverancia y urgencia contra los senti-
mientos y prácticas populares. Si queréis prepararlos para ser útiles
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