Página 167 - La Temperancia (1976)

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Los alimentos sobre nuestras mesas
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sobre la tierra y obtener la recompensa eterna en el reino de gloria,
debéis enseñarles a obedecer las leyes de Dios, manifestadas tanto en
la naturaleza como en la revelación, en vez de seguir las costumbres
del mundo.
El esfuerzo concienzudo, la oración y la fe, cuando están unidos
a un correcto ejemplo no serán infructíferos. Presentad vuestros hijos
a Dios con fe, y procurad impresionar sus mentes susceptibles con
un sentido de sus obligaciones hacia su Padre celestial. Eso requerirá
lección sobre lección, línea sobre línea, precepto sobre precepto,
un poquito aquí, otro poquito allí.—
The Review and Herald, 6 de
noviembre de 1883
.
La mitad de las madres lamentablemente ignorantes
—Ni la
mitad de las madres saben cómo cocinar o qué poner delante de sus
hijos. Ponen delante de sus niñitos nerviosos esas ricas sustancias
que queman su garganta y todo su trayecto hasta las tiernas mucosas
del estómago, transformándolo en un depósito ardiente, y así no
reconocen el alimento saludable. Los pequeños vendrán a la mesa
y no comerán esto o lo otro. Llegan a dominar y consiguen lo que
quieren, sea ello para su bien o no.
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Yo recomendaría que se los deje sin alimento por lo menos tres
días hasta que tengan suficiente hambre como para gozar de un
alimento sano. Yo me arriesgaría a que pasaran hambre. Nunca he
puesto sobre mi mesa cosas de las cuales no les permitía participar a
mis hijos. Ponía delante de ellos lo que yo misma comía. Los niños
comían de este alimento y nunca se les ocurría pedir cosas que no
estaban sobre la mesa. No debemos estimular la indulgencia del
apetito de nuestros niños poniendo delante de ellos estos alimentos
demasiado sazonados.—
Manuscrito 3, 1888
.
Pavimentando el camino de la intemperancia
—Las mesas de
nuestro pueblo norteamericano están generalmente preparadas para
hacer ebrios.—
Testimonies for the Church 3:563
.
Los que creen la verdad presente deben rehusar beber té o café,
porque excitan el deseo de estimulantes más fuertes. Deben rehu-
sarse a comer carne, porque ésta también excita el deseo de bebidas
fuertes. Los alimentos sanos, preparados con gusto y habilidad, de-
ben ser actualmente nuestro régimen alimentario.—
El Evangelismo,
197
.