Capítulo 1—La influencia prenatal
Dónde debe comenzar la reforma
—Los esfuerzos de nuestros
obreros que enseñan la temperancia no tienen bastante alcance para
desterrar la maldición de la intemperancia. Una vez formados los
hábitos es difícil vencerlos. La reforma debe empezar con la madre
antes del nacimiento de sus hijos; y si se siguieran fielmente las
instrucciones de Dios, no existiría la intemperancia.
Debiera ser el esfuerzo constante de cada madre conformar sus
hábitos con la voluntad de Dios, a fin de cooperar con él en proteger
a sus hijos de los vicios destructores de la salud y la vida que
existen en la actualidad. Sin dilación pónganse las madres en la
debida relación con su Creador, para que por su gracia ayudadora
levanten alrededor de sus hijos un baluarte contra la disipación y la
intemperancia.—
Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 266
.
Los hábitos del padre y de la madre
—Como regla, cada hom-
bre intemperante que cría hijos transmite sus inclinaciones y ten-
dencias malas a su descendencia.—
The Review and Herald, 21 de
noviembre de 1882
.
El niño será afectado para bien o para mal por los hábitos de la
madre. Ella misma tiene que ser dominada por los buenos principios,
y debe observar las leyes de la temperancia y el dominio propio, si
quiere asegurar el bienestar de su hijo.—
Consejos sobre el Régimen
Alimenticio, 256
.
La herencia de las malas tendencias
—Los pensamientos y los
sentimientos de la madre tendrán una poderosa influencia sobre el
legado que ella da a su niño. Si permite que su mente se espacie en
sus propios sentimientos, si cede al egoísmo y si es malhumorada y
exigente, la disposición de su hijo testificará de este temperamento.
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Así muchos han recibido, como un legado, tendencias al mal casi
invencibles. El enemigo de las almas conoce este hecho mucho
mejor que muchos padres. El pondrá sus tentaciones sobre la madre
sabiendo que si ella no lo resiste, podrá afectar por la madre a su
hijo. La única esperanza de la madre está en Dios. Pero puede acudir
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