Capítulo 6—El poder del voto
Nuestra responsabilidad como ciudadanos
—Al paso que de
ningún modo debemos vernos envueltos en cuestiones políticas, no
obstante es nuestro privilegio asumir nuestra posición decididamente
en todo lo relacionado con la reforma pro temperancia. En cuanto
a esto a menudo he presentado un claro testimonio. En un artículo
publicado en la
Review
del 8 de noviembre de 1881, escribí: ...
La parálisis moral que domina a la sociedad tiene una causa. Las
leyes sostienen un mal que mina sus mismos fundamentos. Muchos
deploran los males que saben existen ahora, pero se consideran
libres de toda responsabilidad en el asunto. Esto no puede ser. Cada
persona ejerce una influencia en la sociedad.
Cada votante tiene voz
—En nuestro favorecido país, cada vo-
tante tiene voz para determinar qué leyes regirán la nación. ¿No
deben esa influencia y ese voto ser echados de lado de la temperan-
cia y de la virtud? ...
Podemos invitar a los amigos de la causa de la temperancia a
unirse para el conflicto, y tratar de rechazar la marea del mal que
desmoraliza al mundo; pero ¿de qué valdrán todos nuestros esfuerzos
mientras la venta de las bebidas embriagantes tenga el apoyo de la
ley? ¿Deberá permanecer la maldición de la intemperancia para
siempre como azote de nuestro país? ¿Habrá de pasar como fuego
devorador sobre miles de hogares felices cada año?
Mediante la voz, la pluma y el voto
—Hablamos de los resulta-
dos, temblamos ante los resultados y nos preguntamos qué podemos
hacer con los terribles resultados, mientras demasiado a menudo
toleramos y aun sancionamos la causa. Los defensores de la tem-
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perancia no hacen todo su deber a menos que ejerzan su influencia
por precepto y ejemplo—de viva voz, por la pluma y el voto—en
favor de la prohibición y abstinencia total. No necesitamos esperar
que Dios haga un milagro para producir esta reforma, y así supri-
ma la necesidad de nuestros esfuerzos. Nosotros mismos debemos
trabarnos en lucha con este gigantesco enemigo, haciendo nuestro
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