Página 290 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
Prosigue la controversia
—En el mundo prosigue una gran con-
troversia. Satanás está determinado a que los seres humanos sean
sus súbditos, pero Cristo ha pagado un precio infinito para que el
hombre pueda ser redimido del enemigo y para que la imagen moral
de Dios sea restaurada en la raza caída. Al instituir el plan de sal-
vación, Dios ha hecho resaltar que da al hombre un precio infinito;
pero Satanás procura anular este plan haciendo que el hombre no
cumpla las condiciones bajo las cuales se proporciona la salvación.
Cuando Cristo comenzó su ministerio, se arrodilló a la orilla del
Jordán y ofreció una petición al Cielo a favor de la raza humana.
Había recibido el bautismo de manos de Juan y los cielos se abrieron,
el Espíritu de Dios, en la forma de una paloma, lo rodeó, y del cielo
se oyó una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia”. Fue oída la oración de Cristo por un mundo perdido
y todos los que creen en él son aceptados en el Amado. Mediante
Cristo, los hombres caídos pueden hallar acceso al Padre, pueden
tener gracia que los capacite para ser vencedores por los méritos de
un Salvador crucificado y resucitado.
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El significado de la victoria de Cristo
—Después de su bautis-
mo, Cristo fue guiado por el Espíritu al desierto. Había tomado la
humanidad sobre sí, y Satanás se jactaba de que lo vencería como
había vencido a hombres fuertes de los siglos pasados, y lo asaltó
con las tentaciones que habían causado la caída del hombre. Había
de decidirse en este mundo el gran conflicto entre Cristo y Satanás.
Si el tentador podía tener éxito venciendo a Cristo aun en un solo
punto, el mundo sería dejado a la perdición. Satanás quería tener po-
der para herir la cabeza del Hijo de Dios; pero la simiente de la mujer
había de herir la cabeza de la serpiente; Cristo había de desbaratar al
príncipe de la potestad de las tinieblas. Cristo ayunó en el desierto
durante cuarenta días. ¿Para qué lo hizo? ¿Había algo en el carácter
del Hijo de Dios que requería una humillación y sufrimiento tan
grandes? No, era sin pecado. Soportó toda esa humillación y aguda
angustia por causa del hombre caído, y nunca podemos comprender
el carácter oprobioso del pecado de la complacencia del apetito per-
vertido, excepto cuando comprendemos el significado espiritual del
largo ayuno del Hijo de Dios. Nunca podemos comprender la fuerza
y poder cautivador del apetito, hasta que discernimos el carácter del
conflicto del Salvador al vencer a Satanás, colocando así al hombre