Página 305 - La Temperancia (1976)

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En Sydney, Australia—1893
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Una mayoría con Dios
—Ningún borracho puede tener su nom-
bre escrito en los libros del cielo. Resistid la tentación con valor.
En el nombre de Jesucristo de Nazaret, podéis aferraros del poder
divino. Cristo obrará en favor de cada uno de vosotros. La afición
al tabaco que se crea no tiene base en la naturaleza. Sin embargo,
podéis ganar la victoria. La maldición de Dios está sobre el que pasa
la botella a los labios de su prójimo. Decís que estamos en minoría.
¿No es mayoría Dios? Si estamos del lado de Dios que hizo los
cielos y la tierra, ¿no estamos del lado de la mayoría? Tenemos a
nuestro lado los ángeles que sobrepujan en fortaleza. Apartaos de las
prácticas de este siglo degenerado. Hermanas y madres, estáis abu-
sando de los cuerpos que Dios os ha dado. Señoritas, ¿qué significa
esa forma de ceñir vuestra cintura que no da a vuestros pulmones,
hígado y órganos vitales su espacio apropiado? Vuestra posteridad
futura testificará contra vosotras. ¿Cómo podría haber hablado como
lo he hecho si me hubiera ceñido como una de vosotras? Como veis,
nada está oprimiendo esos órganos vitales. A veces vemos a mujeres
que tienen que leer algo en público y no pueden leerlo en voz alta.
Parece que no tuvieran voz. Se aprietan hasta hacer diminuta su
cintura, como si Dios no hubiera sabido cómo hacerlas.
El Señor ordenó que la esposa de Manoa siguiera estrictos há-
bitos de temperancia. “A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y
le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero
concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas ni vino ni
sidra, ni comas cosa inmunda”. El ángel que apareció a Zacarías y a
Elisabet dijo: “Tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a
luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y
muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante
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de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo”.
Aquí se toma en cuenta al niño antes de su nacimiento y después.
Vosotras, madres, debéis dar valor a estas cosas. Los apetitos de la
madre se transmiten a los hijos. Muchas de vosotras que os compla-
céis en algunas cosas para satisfacer el apetito, estáis retirando el
apuntalamiento de la base de vuestra casa. Hay hombres que podrían
haber tenido un registro tan limpio como el de Daniel. Satanás está
jugando sus cartas en procura de vuestra alma. Necesitamos quedar
libres y puros de las degradaciones de este mundo. “El que venciere
será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro