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“No temáis”
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“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí,
sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún
estaba en Galilea, diciendo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y
resucite al tercer día’”.
Lucas 24:5-7
.
Los ángeles entonces les explicaron la muerte y resurrección de
Cristo. Les recordaron las palabras con que Cristo había anunciado
su crucifixión y resurrección. Todo estaba claro para ellas ahora, y
con nueva esperanza y valor se apresuraron a regresar para contar
las buenas nuevas.
“¿Por qué lloras?”
María Magdalena, que había estado ausente durante esta escena,
regresó ahora con Pedro y Juan. Más tarde, cuando ellos volvieron a
Jerusalén, María quedó sola en la tumba. No podía conformarse con
abandonar el lugar sin saber qué había sucedido con el cuerpo de su
Señor. Mientras estaba llorando, oyó una voz que le preguntó:
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“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Sus ojos estaban cegados por las lágrimas y no notó quién era
el que le hablaba. Pensó que era el hortelano, y le dijo en forma
suplicante:
“Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo
llevaré”.
Ella pensó que si la tumba de este hombre rico era considerada
como un lugar demasiado honorable para su Señor, ella misma
conseguiría otro lugar para él. Pero ahora oyó la propia voz de Cristo
que le decía:
“¡María!”
Rápidamente enjugó sus lágrimas y contempló al Salvador. En
su alegría olvidó que había sido crucificado y extendió sus manos
hacia él diciendo:
“¡Raboni!” (Maestro).
“Jesús entonces dijo: ‘¡Suéltame, porque aún no he subido a mi
Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro
Padre, a mi Dios, y a vuestro Dios’”.
Juan 20:15-17
.
Jesús rehusó recibir el homenaje de su pueblo hasta saber si su
sacrificio había sido aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios del