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Días de conflicto
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jo innecesariamente difícil. Sin embargo no se desanimaba, porque
sabía que Dios aprobaba lo que hacía.
Sus horas más felices eran las que pasaba a solas con la natu-
raleza y con Dios. Cuando terminaba su trabajo, le gustaba salir al
campo a meditar en los verdes valles, a orar a Dios en la ladera de la
montaña, o en medio de los árboles del bosque.
Escuchaba a la alondra que entonaba sus gorjeos musicales al
Creador y su voz se unía a ella en alabanza y reconocimiento.
Con un canto daba la bienvenida a la luz de la mañana. El
amanecer muchas veces lo encontraba en algún lugar tranquilo,
pensando en Dios, estudiando la Biblia, o en oración.
Después de estas horas pacíficas regresaba a su hogar para asumir
nuevamente sus responsabilidades y para dar un ejemplo de trabajo
paciente. Dondequiera que estuviese, su presencia parecía atraer a
los ángeles. Todas las clases sociales sentían la influencia de su vida
pura y santa.
Aunque era inocente y puro, andaba entre los irreflexivos, los
rudos y los descorteses; en medio de los injustos recolectores de
impuestos, los derrochadores descuidados, los impíos samaritanos,
los soldados paganos y los rudos campesinos.
Tenía siempre una palabra de simpatía para todos los hombres
cansados, y sin embargo obligados a llevar cargas pesadas. Compar-
tía sus penas y les repetía las lecciones que había aprendido de la
naturaleza acerca del amor, la bondad y la misericordia de Dios.
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Les enseñaba a mirarse a sí mismos y valorar sus preciosos
talentos, que si se usaban correctamente les permitirían adquirir las
riquezas eternas. Con su propio ejemplo enseñó que todo momento
es valioso y debe ser empleado con fines positivos.
A ningún ser humano consideró indigno, sino que trató de animar
aun al más rudo y al menos promisorio. Les decía que Dios los
amaba como a hijos y que ellos podían llegar a ser semejantes a él
en carácter.
Así, en una forma tranquila, Jesús, desde los mismos días de
su niñez, trabajó por los demás. Ninguno de los maestros eruditos,
ni aun sus propios hermanos, podía hacerle abandonar esta misión.
Con ferviente propósito, iba ejecutando el diseño de su vida, pues
había de ser la Luz del mundo.
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