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La Única Esperanza
En ese momento Satanás se reveló como lo que realmente era: el
príncipe de las potestades de las tinieblas. Llevó a Cristo a la cumbre
de una alta montaña y le mostró todos los reinos del mundo.
La luz del sol bañaba espléndidas ciudades, palacios de mármol,
campos fructíferos y viñedos. Satanás le dijo:
“Todo esto te daré, si postrado me adoras”.
Mateo 4:9
.
Por un momento Cristo miró la escena y luego apartó la vista
de ellos. Aunque Satanás le presentó el mundo en su forma más
atractiva, sin embargo el Salvador miró más allá de la belleza externa.
El vio al mundo en su miseria y su pecado, lejos de Dios. Toda
la miseria era el resultado de que el hombre se había apartado de
Dios para adorar a Satanás.
Cristo estaba deseoso de redimir lo que se había perdido. Anhe-
laba restaurar el mundo elevándolo a un nivel superior al del Edén.
Quería colocar a los hombres en armonía con Dios.
Estaba, allí en el desierto, resistiendo la tentación en favor del
hombre pecaminoso. Debía ser un vencedor, para que los hombres
pudieran vencer, con el fin de que fueran iguales a los ángeles y
merecieran su reconocimiento como hijos de Dios.
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Cuando Satanás exigió adoración, Cristo contestó:
“Vete, Satanás, porque escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás y
solo a él servirás’”.
Mateo 4:10
.
En esta gran tentación de Cristo estaban incluidos el amor al
mundo, la ambición del poder y la soberbia de la vida, es decir, todo
lo que puede apartar al hombre de Dios.
Satanás ofreció a Jesús el mundo y sus riquezas a cambio de que
le rindiera homenaje. Así también trata de engañarnos a nosotros al
ofrecernos las ventajas que pueden obtenerse al hacer lo malo.
Susurra en nuestros oídos: “Para tener éxito en este mundo, debes
servirme. No seas demasiado cuidadoso con respecto a la veracidad
y a la honestidad. Obedece mi consejo, y te daré riquezas, honor y
felicidad”.
Al seguir estas orientaciones estaremos adorando a Satanás en
lugar de Dios y esto sólo nos traerá miseria y ruina. Cristo nos
mostró lo que hemos de hacer cuando somos tentados.
Cuando él le dijo a Satanás: “Vete”, el tentador no pudo resistir
la orden y se vio obligado a retirarse.