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El día de reposo de Jesús
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Muchas personas venían a la fuente con la esperanza de ser cura-
das; lamentablemente, la mayor parte resultaba defraudada. Cuando
el agua se movía había una multitud tan grande, que muchos ni
siquiera podían acercarse al borde del estanque.
Un día Jesús vino a Betesda. Su corazón se llenó de piedad al
ver allí a los pobres enfermos.
Un hombre parecía más desgraciado que los demás. Durante
treinta y ocho años había sido un inválido indefenso. Ningún médico
podía curarlo. Lo habían llevado muchas veces a Betesda, pero
cuando las aguas eran agitadas, otro entraba antes que él.
Ese sábado había tratado nuevamente de llegar hasta el estanque,
pero en vano. Jesús lo vio mientras se arrastraba de regreso hasta
la estera que le servía de cama. Sus fuerzas estaban casi agotadas y
sintió que, a menos que recibiera ayuda, pronto moriría.
Mientras yacía en esta condición, de tanto en tanto volvía a mirar
el estanque. De pronto un rostro amante se inclinó sobre él y escuchó
una voz que decía: “¿Quieres ser sano?”
El hombre respondió con dolor: “Señor, no tengo quien me
meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro
desciende antes que yo”.
El no sabía que quien se hallaba a su lado podía sanar no sola-
mente a una persona, sino a todos los que vinieran a él. Cristo le dijo
al hombre: “Levántate, toma tu camilla y anda”.
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Inmediatamente trató de obedecer la orden y recibió fuerza. Saltó
sobre sus pies, y comprobó que podía caminar. ¡Qué contento se
sentía!
Tomó su estera y se apresuró a salir, alabando a Dios a cada paso.
Pronto se encontró con algunos de los fariseos, y les contó de su
maravillosa curación. No parecían contentos, sino que le reprocharon
por llevar su cama en día sábado. El hombre les dijo: “El que me
sanó, él mismo me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’”.
Juan 5:1-11
.
Entonces los fariseos ya no estaban enojados con él, sino que
acusaron a aquel que le había dicho que llevara su cama en el sábado.
En Jerusalén, donde Jesús estaba ahora, vivían muchos de los
sabios rabinos. Allí se enseñaban esas ideas falsas acerca del sábado.
Muchedumbres venían a adorar al templo y así las enseñanzas de los
rabinos eran difundidas ampliamente. Cristo deseaba corregir estos
errores. Esta fue la razón por la cual sanó al hombre en día sábado y