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Capítulo 14—La purificación del templo
Al día siguiente Jesús fue al templo. Tres años antes había encon-
trado allí a hombres que compraban y vendían en el atrio exterior, y
los había reprendido y expulsado de esos recintos sagrados.
Ahora, al llegar de nuevo al templo, encontró que ese tráfico
continuaba realizándose. El atrio estaba lleno de vacas, ovejas y aves.
Estos animales eran vendidos a los que deseaban ofrecer sacrificio
por sus pecados.
Los vendedores se aprovechaban y practicaban toda clase de
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extorsiones y robos. Los ruidos y los gritos que salían de aquel patio
eran tan fuertes, que perturbaban seriamente a los que en el interior
participaban del culto.
Cristo se detuvo en las escalinatas del templo, y de nuevo su
penetrante mirada recorrió el patio. Todos los ojos se volvieron hacia
él. Las voces del pueblo y el bullicio del ganado se apaciguaron.
Todos miraron con admiración y temor al Hijo de Dios.
La divinidad fulguró a través de la humanidad, exteriorización
que dio a Jesús una dignidad y una gloria que nunca antes había
manifestado. El silencio se hizo casi insoportable. Por fin exclamó
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en tono claro, y con un poder que estremeció a la gente como si
fuese una tempestad desatada:
“Escrito está: ‘Mi casa, es casa de oración’, pero vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones”.
Lucas 19:46
.
Con mayor autoridad de la que había manifestado tres años antes,
ordenó:
“Quitad esto de aquí”.
Juan 2:16
.
En la ocasión anterior, los sacerdotes y príncipes del templo ha-
bían huido al escuchar su voz. Avergonzados de su temor decidieron
que jamás volverían a escapar de esa manera.
Sin embargo, ahora al estar más aterrorizados, y con mayor prisa
de huir que en la ocasión anterior, obedecieron su mandato y salieron
apresuradamente del templo, llevándose su ganado con ellos.
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