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Capítulo 16—En el Getsemaní
La existencia del Salvador en la tierra se caracterizó por su vida
de oración. Muchas fueron las horas que pasó a solas con Dios. A
menudo elevaba fervientes peticiones a su Padre celestial. De ese
modo obtuvo la fuerza y sabiduría que lo sostuvieron en su obra y
que lo libraron de caer en las tentaciones de Satanás.
Después de celebrar la cena de Pascua, Jesús se fue con sus discí-
pulos al jardín del Getsemaní, adonde a menudo iba a orar. Mientras
caminaba, hablaba con ellos y les enseñaba; pero al acercarse al
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jardín, se fue sumiendo en un extraño silencio. Durante toda su
vida en la tierra había estado en íntima comunión con su Padre. El
Espíritu de Dios había sido su guía y su apoyo constante. Siempre
daba gloria a Dios por las obras que hacía, diciendo: “No puedo yo
hacer nada por mí mismo”.
Juan 5:30
.
No podemos hacer nada por nosotros mismos. Solamente si
confiamos en Cristo con toda nuestra fuerza podremos vencer y
hacer su voluntad. Debemos tener en él la misma confianza sencilla
e infantil que él tenía en su Padre. Cristo dijo: “Separados de mí
nada podéis hacer”.
Juan 15:5
.
La terrible noche de agonía comenzó para el Salvador cuando se
acercaron al jardín. Parecía que la presencia de Dios, que lo había
sostenido siempre, ahora lo abandonaba. Comenzaba a sentir lo que
significa ser excluido de la presencia de su Padre.
Cristo debía llevar los pecados de la humanidad. Al ser colocados
ahora sobre él, parecían más pesados de lo que podría soportar. Tan
terrible le pareció la culpa del pecado, que se sintió tentado a temer
que perdería para siempre el amor de su Padre.
Al comprender cuán terrible es el desagrado que siente Dios
hacia el mal, exclamó: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”.
Mateo 26:38
.
Cerca de la entrada del huerto, Jesús dejó a sus discípulos, ex-
cepto a Pedro, Santiago y Juan, con quienes entró en el jardín, a un
lugar más apartado. Estos tres eran sus más fervientes seguidores y
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