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Capítulo 22—Condenado por Pilato
Pilato se disgustó mucho cuando los judíos volvieron de la pre-
sencia de Herodes trayendo al Salvador, y con impaciencia les pre-
guntó qué pretendían que hiciera. Les recordó que ya había exa-
minado a Jesús, y que no había encontrado falta en él. Les dijo
también que no habían podido probar ninguna de las acusaciones
presentadas.
Como se dijo en el capítulo anterior, lo habían llevado a Herodes,
que era judío como ellos, quien tampoco había encontrado en él nada
como para merecer la muerte. Pero, para pacificar a los acusadores,
Pilato dijo:
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“Lo soltaré después de castigarlo”.
Lucas 23:16
.
Con esta decisión Pilato mostró la debilidad de su carácter. Si
había reconocido que Cristo era inocente, ¿por qué, entonces, debía
castigarlo? Era una transigencia con la turba. Los judíos no olvidaron
este gesto a través de todo el juicio. Habían intimidado al gobernador
romano, y aprovechando la ventaja, siguieron presionando hasta que
lograron la condenación de Jesús.
La multitud clamó con mayor fuerza que mataran al preso.
Mientras Pilato dudaba sobre lo que debía hacer, le trajeron una
nota de su esposa que decía:
“No tengas que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho
en sueños por causa de él”.
Mateo 27:19
.
Pilato se puso pálido ante este mensaje; pero, al ver su indecisión,
la turba se hizo más exigente.
Jesús o Barrabás
Pilato decidió que algo debía hacer. Era costumbre en ocasión
de la fiesta de la Pascua liberar a un preso que el pueblo eligiera.
Los soldados romanos habían capturado recientemente a un famoso
ladrón, llamado Barrabás. Era un forajido envilecido y asesino. De
manera que Pilato se volvió a la turba y dijo con gran fervor:
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