Página 113 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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Los ángeles desde el cautiverio hasta Juan el Bautista
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La fiesta de Belsasar
En aquella noche, en medio del bullicio idólatra, el rostro del rey
palideció y pareció paralizado por el terror. Una mano sobrenatural
trazaba sobre la pared caracteres misteriosos. El bullicio se apagó
y un silencio sepulcral cayó sobre la multitud. Los pensamientos
del rey lo turbaron, “y sus rodillas daban la una contra la otra”.
Temblando de temor, “el rey gritó en alta voz que hiciesen venir [a
los] magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia:
Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación,
será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su cuello, y
será el tercer señor en el reino”.
Daniel 5:6-7
. Pero estos hombres
no eran más capaces de interpretar esa escritura misteriosa trazada
por la mano del ángel de Dios, que lo que habían podido hacer con
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el sueño de Nabucodonosor.—
The Review and Herald, 8 de febrero
de 1881
.
Había un testigo... en el banquete ofrecido en el palacio de
Belsasar... El ángel fue quien escribió los signos misteriosos en las
paredes del palacio.—
The Ellen G. White 1888 Materials, 517
.
Daniel en el foso de los leones
Daniel oraba a Dios tres veces al día, y Satanás se enfurece con
el sonido de una oración ferviente, porque sabe que será derrotado.
Daniel era el preferido entre los príncipes y gobernadores por su
excelente espíritu, y los ángeles caídos temían que su influencia pu-
diera debilitar el control que ellos ejercían sobre los gobernantes del
reino... La hueste acusadora de ángeles malignos despertó la envidia
y los celos de los príncipes y gobernadores, quienes comenzaron
a vigilar a Daniel para tratar de encontrar alguna falta en él que
pudieran informar al rey; pero fracasaron en su intento. Entonces
estos agentes de Satanás intentaron destruirlo usando como causal
su fidelidad al Dios de los hebreos. Los ángeles malignos trazaron
el plan, y sus agentes humanos lo llevaron a cabo. El rey desconocía
la sutil emboscada que se estaba preparando para Daniel.
Aun después de conocer el edicto del rey, Daniel continuó orando
a su Dios “abiertas las ventanas de su cámara”. Consideraba su
comunión con Dios tan importante que estaba dispuesto a sacrificar