Página 147 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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Los ángeles y los demonios durante el ministerio de Cristo
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Jesús es acusado de estar poseído por el demonio
“Yo soy el buen pastor—declaró Jesús—; el buen pastor su
vida da por las ovejas”.
Juan 10:11
... Estas palabras, dichas ante
una gran congregación, produjeron una profunda impresión en los
corazones de muchos de los presentes. Los escribas y fariseos se
llenaron de celos al ver que muchos lo recibían favorablemente...
Mientras él se presentaba como el “Buen Pastor”, los fariseos decían:
“Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?” Otros, en
cambio, distinguiendo en él al verdadero pastor, decían:
“Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demo-
nio abrir los ojos de los ciegos? Celebrábase en Jerusalén la fiesta
de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el
pórtico de Salomón. Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta
cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abierta-
mente. Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras
que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí...
Yo y el Padre uno somos”.
Los judíos comprendieron el significado de sus palabras y toma-
ron piedras para apedrearlo. Jesús, mirándolos calmadamente, les
preguntó: “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por
cuál de ellas me apedreáis?”
Juan 10:20-32
.
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Cristo, la Majestad del cielo, se mantuvo calmo y seguro como
Dios frente a sus adversarios. Sus rostros ceñudos y sus manos llenas
de piedras no lo intimidaron. Sabía que fuerzas invisibles, legiones
de ángeles lo rodeaban, y que una sola palabra de sus labios hubiera
sido suficiente para detener a la multitud si alguno osaba arrojarle
una sola piedra.—
The Signs of the Times, 27 de noviembre de 1893
.
Aunque Cristo daba evidencias de su divino poder, sus ense-
ñanzas no eran aceptadas sin interrupción. Los dirigentes buscaban
ponerlo en ridículo ante el pueblo. Intentaban estorbarlo para que
sus ideas y doctrinas no pudieran ser explicadas en forma ordenada.
Pero aunque había interrupciones frecuentes, la luz brillaba en las
mentes de centenares de personas. Entonces, cuando los dirigen-
tes veían que las palabras poderosas de Cristo maravillaban a la
gente, se enfurecían y le acusaban, diciendo: “¿No decimos bien
nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?”
Juan 8:48
.
Estas acusaciones no modificaban la calma dignidad de Jesús, ni