Página 18 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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La Verdad acerca de los Angeles
Cuando Senaquerib, el insolente monarca asirio, blasfemó e in-
sultó a Dios y amenazó destruir a Israel, “aconteció que en aquella
misma noche salió un ángel de Jehová, e hirió en el campamento
de los asirios ciento ochenta y cinco mil hombres”. El ángel “des-
truyó a todos los hombres fuertes y valerosos, con los príncipes y
los capitanes” del ejército de Senaquerib, quien “volvió con rostro
avergonzado a su propia tierra”.
2 Reyes 19:35
;
2 Crónicas 32:21
(VM)
.
Los ángeles ayudan a los hijos de Dios
Los ángeles son enviados a los hijos de Dios con misiones de
misericordia. Visitaron a Abrahán con promesas de bendición; al
justo Lot, para rescatarle de las llamas de Sodoma; a Elías, cuando
estaba por morir de cansancio y hambre en el desierto; a Eliseo, con
carros y caballos de fuego que circundaban la pequeña ciudad donde
estaba encerrado por sus enemigos; a Daniel, cuando imploraba la
sabiduría divina en la corte de un rey pagano, o en momentos en
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que iba a ser presa de los leones; a San Pedro, condenado a muerte
en la cárcel de Herodes; a los presos de Filipos; a San Pablo y sus
compañeros, en la noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para
hacerle comprender el Evangelio; a San Pedro, para mandarlo con
el mensaje de salvación al extranjero gentil. Así fue como, en todas
las edades, los santos ángeles ejercieron su ministerio en beneficio
del pueblo de Dios...
Así que, aunque expuesto al poder engañoso y a la continua ma-
licia del príncipe de las tinieblas y en conflicto con todas las fuerzas
del mal, el pueblo de Dios siempre tiene asegurada la protección
de los ángeles del cielo. Y esta protección no es superflua. Si Dios
concedió a sus hijos su gracia y su amparo, es porque deben hacer
frente a las temibles potestades del mal, potestades múltiples, auda-
ces e incansables, cuya malignidad y poder nadie puede ignorar o
despreciar impunemente.
Satanás y los ángeles malignos
Los espíritus malos, creados en un principio sin pecado, eran
iguales, por naturaleza, poder y gloria, a los seres santos que son