Página 19 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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Los ángeles y los humanos: una vista panorámica
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ahora mensajeros de Dios. Pero una vez caídos por el pecado, se
coligaron para deshonrar a Dios y acabar con los hombres. Unidos
con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido
desde entonces, en el curso de los siglos, sus cómplices en la guerra
empeñada contra la autoridad divina. Las Sagradas Escrituras nos
hablan de su unión y de su gobierno, de sus diversas órdenes, de su
inteligencia y astucia, como también de sus propósitos malévolos
contra la paz y la felicidad de los hombres...
[12]
Nadie está en mayor peligro de caer bajo la influencia de los
espíritus malos que los que, a pesar del testimonio directo y positivo
de las Sagradas Escrituras, niegan la existencia e intervención del
diablo y sus ángeles. Mientras ignoremos sus astucias, ellos nos lle-
van notable ventaja; y muchos obedecen a sus sugestiones creyendo
seguir los dictados de su propia sabiduría. Esta es la razón por la
cual a medida que nos acercamos al fin del tiempo, cuando Sata-
nás obrará con la mayor energía para engañar y destruir, él mismo
propaga por todas partes la creencia de que no existe. Su política
consiste en esconderse y obrar solapadamente...
Precisamente por haberse enmascarado con habilidad consumada
es por lo que tan a menudo se oye preguntar: “¿Existe en realidad un
ser semejante?” Prueba evidente de su éxito es la aceptación general
de que gozan entre el público religioso ciertas teorías que niegan los
testimonios más positivos de las Sagradas Escrituras. Y es porque
Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus de las personas
inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de Dios nos da
tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus fuerzas ocultas y
nos pone así en guardia contra sus ataques.
Los seguidores de Cristo están seguros
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alar-
marnos con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos
encontrar en el poder superior de nuestro Redentor. Proveemos cui-
dadosamente nuestras casas con cerrojos y candados para proteger
nuestros bienes y nuestras vidas contra los malvados; pero rara vez
[13]
pensamos en los ángeles malos que tratan continuamente de llegar
hasta nosotros, y contra cuyos ataques no contamos en nuestras
propias fuerzas con ningún medio eficaz de defensa. Si se les dejara,