Los ángeles desde el Pentecostés hasta los últimos días
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fue enviado del cielo para librar a los apóstoles. Mientras se acercaba
a la prisión romana, la tierra tembló bajo sus pies; toda la ciudad fue
sacudida por el terremoto y las paredes de la prisión se movían como
una caña en el viento. Las pesadas puertas se abrieron raudamente,
y las cadenas y grillos cayeron de las manos y los pies de cada
prisionero.—
The Spirit of Prophecy 3:382-383
.
Al apóstol Pablo, en sus trabajos en Efeso, se le dieron señales
especiales del favor divino. El poder de Dios acompañó sus esfuer-
zos, y muchos eran sanados de enfermedades físicas. “Y hacía Dios
milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun
se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las
enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían”.
Hechos
19:11-12
.
[242]
Estas manifestaciones de poder sobrenatural eran mayores que
todas las que se habían visto alguna vez en Efeso, y eran de tal
carácter que no podían ser imitadas por la habilidad de los pres-
tidigitadores o los encantamientos de los hechiceros. Como estos
milagros eran hechos en el nombre de Jesús de Nazaret, el pueblo
tenía oportunidad de ver que el Dios del cielo era más poderoso que
los magos que adoraban a la diosa Diana. Así exaltaba el Señor a su
siervo, aun delante de los idólatras mismos, inmensurablemente por
encima del más poderoso y favorecido de los magos.
Pero Aquel a quien están sujetos todos los espíritus del mal;
quien había dado a su siervo autoridad sobre ellos, había de aver-
gonzar y derrotar aun más a aquellos que despreciaban y profanaban
su santo nombre. La hechicería había sido prohibida por la ley de
Moisés, bajo pena de muerte; sin embargo, de tiempo en tiempo ha-
bía sido practicada secretamente por judíos apóstatas. En el tiempo
de la visita de Pablo a Efeso, había en la ciudad “algunos judíos,
exorcistas ambulantes”, quienes, al ver las maravillosas obras he-
chas por él, “intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre
los que tenían espíritus malos”. Fue hecha una prueba por “siete
hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes”. Al hallar a un
hombre poseído por un demonio, le dijeron: “Os conjuro por Jesús,
el que predica Pablo... Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A
Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y
el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y