Página 215 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

Basic HTML Version

Los ángeles en el más allá
211
uno—, sin esperanza y sin Dios en el mundo, y tú viniste y me
señalaste al precioso Salvador como mi única esperanza”. Otros
dirán: “Yo era un pagano en tierras extrañas; tú dejaste amigos y
la comodidad de un hogar confortable, y viniste a enseñarme cómo
encontrar al Salvador y creer en él como el único Dios verdadero.
Destruí mis ídolos y adoré a Dios; y ahora lo puedo ver cara a cara.
Estoy salvo, eternamente salvo, para admirar a Aquel a quien amo”.
Otros expresarán gratitud hacia aquellos que alimentaron al ham-
briento y vistieron al desnudo. “Cuando la desesperación inundaba
mi alma de incredulidad, el Señor te envió a mí—dirán—para ha-
blarme palabras de esperanza y consuelo. Trajiste alimento para
[289]
suplir mis necesidades físicas, y la Palabra de Dios para suplir mi
necesidad espiritual. Me trataste como a un hermano; simpatizas-
te con mis penas, y restauraste mi alma herida y lastimada, de tal
manera que pudiera tomarme de la mano de Cristo que estaba allí
para salvarme. Quitaste mi ignorancia, enseñándome pacientemente
que tenía un Padre en los cielos que cuidaba de mí. Me leíste las
preciosas promesas de la Palabra de Dios. Me inspiraste la fe que
habría de salvarme. Mi corazón fue enternecido, subyugado y que-
brantado al contemplar el sacrificio que Cristo había hecho por mí...
Ahora estoy aquí salvo, eternamente salvo, para vivir siempre en su
presencia y adorar a Aquel que dio su vida por mí”.
¡Qué gozo será para estos redimidos encontrarse y saludar a
aquellos que tuvieron preocupación por sus almas!—
The Review
and Herald, 5 de enero de 1905
.
Si los jóvenes reciben a Cristo y creen en él, serán llevados a una
íntima comunión con Dios. El les dará poder para llegar a ser hijos
de Dios y para llegar a asociarse con los más honrados en el reino
de los cielos. Estarán en compañía de Gabriel, de los querubines y
serafines, de los ángeles y del Arcángel. “Después me mostró un río
limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a
uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce
frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la
sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de
Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán
su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche;
[290]
y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol, porque