Página 53 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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Los ángeles rebeldes son expulsados. La caída de Adán y Eva
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sido puesta como una prueba de su fidelidad y amor. Se desató una
terrible lucha en su mente. Lamentó haber dejado a Eva separarse
de su lado. Pero ahora el error estaba cometido; debía separarse de
su compañía que le había sido de tanto gozo. ¿Cómo podría hacerse
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eso?... Adán resolvió compartir la suerte de Eva; si ella debía morir,
él moriría con ella. Al fin y al cabo, se dijo Adán, ¿no podrían ser
verídicas las palabras de la sabia serpiente? Eva estaba ante él, tan
bella y aparentemente tan inocente como antes de su desobediencia.
Le expresaba mayor amor que antes. Ninguna señal de muerte se
notaba en ella, y así decidió hacer frente a las consecuencias. Tomó
el fruto y lo comió apresuradamente.
Después de su transgresión, Adán se imaginó al principio que
entraba en un plano superior de existencia. Pero pronto la idea de
su pecado lo llenó de terror. El aire que hasta entonces había sido
de temperatura suave y uniforme pareció enfriar los cuerpos de la
culpable pareja. El amor y la paz que habían disfrutado desapareció,
y en su lugar sintieron el remordimiento del pecado, el temor al
futuro y la desnudez del alma.—
Historia de los Patriarcas y Profetas,
39-40
.
Satanás se regocijó por su éxito. Había tentado a la mujer para
que desconfiara de Dios, dudara de su sabiduría y tratara de entrome-
terse en sus omniscientes planes. Y por su intermedio había causado
también la caída de Adán quien, como consecuencia de su amor por
Eva, desobedeció el mandamiento de Dios y cayó juntamente con
ella.—
La Historia de la Redención, 40
.
Satanás, el ángel caído, había declarado que nadie podía guardar
la ley de Dios. Señaló la desobediencia de Adán como prueba de la
veracidad de su declaración.—
The Signs of the Times, 10 de abril
de 1893
.
Satanás... se jactó orgullosamente de que el mundo que Dios
había hecho era su dominio. Había conquistado a Adán, el monarca
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del mundo, y ahora todos los seres humanos serían sus súbditos.
Poseería el Edén y establecería allí su trono como monarca del
mundo.—
The Review and Herald, 24 de febrero de 1874
.