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Capítulo 36—La importancia de la salud en general
Sangre buena y pulmones saludables
—Para tener buena san-
gre debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas
de aire puro, llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre,
le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida,
por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios,
estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño
sano y reparador.
Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su
capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero dis-
minuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos
efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupa-
ciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es
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imposible respirar hondamente. La respiración superficial se vuelve
pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. Se
produce un efecto semejante al apretarse el corsé. No se da entonces
espacio suficiente a la parte inferior del pecho; los músculos abdo-
minales, destinados a ayudar a la respiración, no tienen libre juego,
y se limita la acción de los pulmones.
Así se recibe una cantidad insuficiente de oxígeno. La sangre
se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que
deberían ser eliminados por la respiración, quedan dentro del cuerpo
y corrompen la sangre. No sólo los pulmones, sino el estómago, el
hígado y el cerebro, quedan afectados. La piel se pone cetrina, la
digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro,
los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu,
el organismo entero queda deprimido e inactivo, y particularmente
expuesto a la enfermedad.—
El Ministerio de Curación, 206, 207
.
La provisión constante de aire puro para los pulmones
—Los
pulmones eliminan continuamente impurezas, y necesitan una pro-
visión constante de aire puro. El aire impuro no proporciona la
cantidad necesaria de oxígeno, y entonces la sangre pasa por el cere-
bro y demás órganos, sin haber sido vivificada. De ahí que resulte
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