Capítulo 44—La brevedad
Sermones más cortos, más ministerio
—Los sermones largos
no hacen bien, porque tanto el orador como los oyentes se cansan.
Los sermones deben acortarse, y los poderes físicos y mentales del
ministro deben conservarse para el ministerio, y se realizará una
obra de más alcance.—
The Review and Herald, 2 de septiembre de
1890
.
Resultado diez veces mayor
—Si los ministros predicaran más
corto, al punto, y luego enseñaran a trabajar a los hermanos y herma-
nas, y depusieran la carga sobre ellos, ellos mismos serían librados
del agotamiento, la gente obtendría fortaleza espiritual por el esfuer-
zo realizado, y los resultados serían diez veces mayores de lo que
son.—
The Signs of the Times, 17 de mayo de 1883
.
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Acortar a la mitad los sermones
—Los ministros dedican de-
masiado tiempo a predicar y así agotan sus fuerzas vitales... Son
los muchos discursos largos, los que fatigan. La mitad del alimen-
to evangélico presentado, podría ser de mucho más beneficio.—
El
Evangelismo, 477
.
El organismo se agota con los sermones largos
—Hay un asun-
to sobre el cual quisiera advertirles. Al dirigirse a una congregación,
no hablen demasiado tiempo; porque si lo hacen fatigarán en extre-
mo los delicados órganos puestos en acción. Tengo que prometerme
a mí misma no hablar demasiado; porque sé que si lo hago, el estó-
mago, los pulmones y los riñones quedarán agotados, y el resultado
será el sufrimiento.—
Carta 75, 1904
.
Como incienso agradable a Dios
—Que el poder y el brillo de
la verdad encuentren expresión en palabras apropiadas. Exprese el
gozo y la gratitud que brota del corazón, a medida que usted ve
cumplido el afán de su alma en la conversión de los pecadores.
Pero al hablar al pueblo, recuerde detenerse a tiempo. No se agote
hasta el punto de debilitarse y ponerse nervioso, porque la obra
que necesitará hacer, además de la predicación, requiere tacto y
habilidad. Será una potente agencia para el bien, como incienso
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