Página 200 - La Voz

Basic HTML Version

196
La Voz: Su Educación y Uso Correcto
predicación ha quedado clara en los resultados obtenidos. La gente
es atraída al hombre, y piensa que nadie es semejante a él; pero se
[312]
me ha mostrado que lo mismo que pasó en _____, sucede en otros
lugares, que no se pone una base firme para la organización de una
iglesia. Cuando esa clase de pastor deja a los que aparentemente han
abrazado la verdad, se ha hecho manifiesto que la gente no ha sido
unida a Cristo, sino a un hombre. Cristo les resultó extraño, y no lo
conocieron. La gente se apartó de su compañía, para no andar más
con él.
Los mensajeros de Dios deben predicar el último mensaje solem-
ne, que atestigua la misericordia de Dios hacia un mundo caído. Si
el ministro se exhibe a sí mismo, se interpone entre el mensaje y el
pueblo. Si se educa para presentar la verdad de cierta manera, puede
hacer que su obra no haga efecto, y la deja para que se deshaga.
Esto es así, porque el Espíritu Santo no obra con sus esfuerzos. La
gente es estimulada a mirar y exaltar al hombre, y Jesús no es el que
se ve, sino [más bien] el hombre que ocupa el lugar del Salvador
crucificado y resucitado. El ministro puede predicar un sermón tan
elevado que llegue a las nubes y las estrellas, muy por encima de la
gente, pero que no deje una impresión duradera en los corazones de
sus oyentes. A menos que la convicción sea afirmada en el corazón,
tanto el tiempo como los recursos, se gastan sin efecto. ¿De qué vale
que la gente piense mucho en el pastor, cuando no les interesa la
verdad salvadora y atestiguadora?
El Espíritu Santo debe obrar en el hombre; el hombre no debe
tratar de realizar la obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es
[313]
un siervo, sino un poder controlador. El Espíritu Santo hace que la
verdad brille en cada mente, y hable mediante cada sermón, donde
el pastor se rinda a su obra. El Espíritu Santo camina junto al alma,
y se comunica con el agente humano. El es el que proporciona
la atmósfera que rodea al alma, y habla al impenitente mediante
palabras de advertencia.—
Carta 29, 1895
.
Hombres de oración, hombres de poder
—Lo que se necesita,
no son predicadores elocuentes, sino obreros humildes y fervientes,
hombres que tengan una confianza infantil en un poder superior. Los
hombres de oración, los que buscan al Señor con corazón contrito y
humillado, son los hombres de poder.—
Carta 146, 1903
.