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Las representaciones orales y teatrales
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La oratoria puede ser una trampa
—Es la verdad venerada en
el alma, lo que hace que un hombre sea de Dios. La oratoria, si bien
es cierto que puede complacer a cierta clase, resultará en una trampa
para el que la practique, y una trampa para la iglesia...
No debemos estar ansiosos por conseguir un ministro que agrade
a la gente por medio de la oratoria, y dé sermones ingeniosos con el
fin de ganar adulación y aplausos, sino buscar hombres que colaboren
con Dios, hombres de estudio que demuestren estar aprobados por
Dios.—
Manuscrito 1a, 1890
.
Elocuencia extravagante
—El ministro puede elevarse hacia el
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cielo por medio de descripciones poéticas, y presentaciones capri-
chosas que agradan a los sentidos y estimulan la imaginación, pero
que están alejadas de la vida diaria y de las necesidades cotidia-
nas, y que no llevan directamente al corazón las verdades que son
de un interés tan vital. Las necesidades inmediatas y las pruebas
del momento, necesitan pronta ayuda y poder: la fe que obra por
amor y purifica el alma, y no palabras que no ejerzan una verdadera
influencia sobre la vida diaria, en el cristianismo práctico.
El ministro puede pensar, que con su elocuencia imaginativa
ha hecho mucho por alimentar la grey de Dios; los oyentes pueden
suponer que nunca antes habían escuchado temas tan hermosos,
que hasta entonces no habían escuchado la verdad revestida con
un lenguaje tan magnífico, y como Dios les ha sido presentado en
su grandeza, se sienten envueltos por la emoción. Pero seguid de
la causa al efecto, todo este éxtasis de los sentimientos causado
por esas exposiciones imaginativas. Puede ser que haya verdades,
pero con demasiada frecuencia, no constituyen el alimento que los
fortificará para las diarias batallas de la vida.—
El Evangelismo, 136,
137
.
Algunas pocas reglas
—Me fue mostrado, que nuestros pastores
se estaban perjudicando por descuidar el uso de sus órganos vocales.
Se les llamó la atención a este asunto importante, y el Espíritu
de Dios ha dado palabras de precaución e instrucciones. Su deber
ha sido aprender la mejor manera de usar estos órganos. La voz,
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este don celestial, es una facultad poderosa para el bien, y si no
se la pervierte, glorificará a Dios. Lo más esencial era estudiar y
seguir a conciencia, unas pocas y sencillas reglas. Pero en lugar
de autoeducarse, como debieran haber hecho por el ejercicio de un