Página 250 - La Voz

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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
Los hijos de Israel
La responsabilidad de los padres
—Dios ordenó a los hebreos
que enseñaran a sus hijos sus requisitos, y que los familiarizaran
con el trato que él daba a su pue- blo. El hogar y la escuela eran
uno. En lugar de labios extraños, los corazones amantes de padres y
madres debían dar instrucciones a sus hijos. Los pensamientos de
Dios estaban asociados con todo lo que sucedía en la vida diaria en
el hogar. Las poderosas obras que Dios había realizado, para librar a
su pueblo, se volvían a narrar con elocuencia y temor reverente. Las
grandes verdades de la providencia de Dios, y la vida futura eran
impresionadas en las mentes jóvenes. Así, se familiarizaban con lo
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verdadero, bueno y hermoso.
Mediante el uso de figuras y símbolos, se ilustraban las lecciones
dadas, y de este modo, quedaban más firmemente grabadas en la me-
moria. Casi desde la infancia, y mediante estas imágenes animadas,
el niño era iniciado en los misterios, la sabiduría y las esperanzas
de sus padres, y guiado en una forma de pensamiento, sentimien-
to y anticipación, que iba más allá de las cosas que se ven y son
transitorias, a las invisibles y eternas.—
Fundamentals of Christian
Education, 95
.
Juan el Bautista
Su elocuencia era pura y natural
—La voz de Juan resonó
como una trompeta. Su comisión era: “Anuncia a mi pueblo su
rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”.
Isaías 58:1
. No había
recibido educación en las escuelas humanas. Dios y la naturaleza
habían sido sus maestros. En la tarea de preparar el camino para el
advenimiento de Cristo, se necesitaba a uno que fuera tan valiente,
como para hacer oír su voz al igual que los profetas de la antigüedad,
y amonestar a la nación degenerada, para que se arrepintiera.
Y todos salieron al desierto para oírlo. Los pescadores y los
campesinos incultos, acudieron desde las comarcas vecinas y de
regiones cercanas y lejanas. Los soldados romanos salieron de los
cuarteles de Herodes para ir a escucharlo. Los capitanes fueron con
las espadas ceñidas a su costado, con el fin de sofocar todo lo que se
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asemejara a un alboroto, o a una rebelión. Los avaros cobradores de