Página 255 - La Voz

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Hombres y mujeres de la Biblia
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voz musical, relataba las palabras y las obras de Cristo; hablaba
en una forma que impresionaba los corazones de aquellos que le
escuchaban. La sencillez de sus palabras, el poder sublime de la
verdad que enunciaba, y el fervor que caracterizaba su enseñanza,
le daba acceso a todas las clases sociales.—
Los Hechos de los
Apóstoles, 436 (PP), 451 (ACES)
.
No entró en controversia
—Como testigo de Cristo, Juan no
entró en controversias, ni en fastidiosas disputas. Declaró lo que
sabía, lo que había visto, y oído.—
Los Hechos de los Apóstoles, 443
(PP), 458 (ACES)
.
Se concentraba en la historia del evangelio
—Cuando la fe de
los cristianos parecía vacilar ante la terrible oposición que debían
soportar, el anciano y probado siervo de Jesús les repetía con poder
y elocuencia, la historia del Salvador crucificado y resucitado.—
Los
Hechos de los Apóstoles, 454 (PP), 469 (ACES)
.
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La sencillez de su lenguaje
—Cuando él testificaba de la gra-
cia del Salvador, la sencillez de su lenguaje era elocuente con un
amor que saturaba todo su ser. El no tenía una sola duda, ni sospe-
cha. No participaba en controversias, ni en contiendas fastidiosas.—
Manuscrito 8a, 1888
.
Era un poderoso predicador
—La vida del apóstol estaba en
armonía con sus enseñanzas. El amor que brillaba en su corazón
para con Cristo, lo condujo a realizar la labor más ferviente e incan-
sable en favor de sus semejantes, especialmente por sus hermanos
en la iglesia cristiana. Era un poderoso predicador, ferviente, y pro-
fundamente celoso, y sus palabras llevaban en ellas el peso de su
convicción.—
The Review and Herald, 15 de febrero de 1881
.
Su candor en la corte del emperador
—Con este fin, Juan fue
llamado a Roma para ser juzgado por su fe. Allí, delante de las
autoridades, las doctrinas del apóstol fueron expuestas erróneamente.
Testigos falsos le acusaron de enseñar herejías sediciosas, con la
esperanza de conseguir la muerte del discípulo.
Juan se defendió de una manera clara y convincente, y con tal
sencillez y candor que sus palabras tuvieron un efecto poderoso.
Sus oyentes quedaron atónitos ante su sabiduría y elocuencia. Pero
cuanto más convincente era su testimonio, tanto mayor era el odio
de sus opositores. El emperador Domiciano estaba lleno de ira.
No podía refutar los razonamientos del fiel abogado de Cristo, ni
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