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Hombres y mujeres de la Biblia
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Al hablar a los gentiles, Pablo ensalzaba a Cristo, presentándoles
luego las imposiciones vigentes de la ley. Demostraba, cómo la luz
reflejada por la cruz del Calvario, daba significado y gloria a toda la
dispensación judaica.
Así variaba el apóstol su manera de trabajar, y adaptaba el men-
saje a las circunstancias en que se veía colocado. Después de trabajar
pacientemente, obtenía gran éxito; aunque eran muchos los que no
querían ser convencidos.—
Obreros Evangélicos, 124
.
[410]
Su lenguaje era modesto
—Hay un impresionante contraste en-
tre los alegatos jactanciosos y santurrones de los que profesan estar
sin pecado, y el lenguaje modesto del apóstol. No obstante, era la
pureza y fidelidad de su propia vida, la que daba semejante poder a
las exhortaciones que hacía a sus hermanos.—
The Sanctified Life,
86
.
Su claridad y fuerza
—Como el Espíritu descansaba sobre él,
presentaba con claridad y fuerza a sus oyentes las profecías hasta
el tiempo del primer advenimiento de Cristo y les mostraba que se
habían cumplido las Escrituras que se referían a sus sufrimientos,
muerte y resurrección.—
Primeros Escritos, 201
.
Usaba argumentos convincentes
—Entre aquellos que se en-
contraron con Pablo en la plaza, había “algunos filósofos de los
epicúreos y de los estoicos”; pero éstos, y todos los demás que tra-
taron con él, vieron pronto que tenía un caudal de conocimiento
aun mayor que el de ellos. Sus facultades intelectuales imponían el
respeto de los letrados; mientras su fervor, su lógico razonamiento
y el poder de su oratoria llamaban la atención de todo su auditorio.
Sus oyentes reconocieron el hecho de que no era un novicio, sino
un hombre capaz de hacer frente a todas las clases de argumentos
convincentes, en defensa de la doctrina que enseñaba. Así el apóstol
permaneció impávido, haciendo frente a sus opositores en su propio
terreno, haciendo frente a la lógica con la lógica, a la filosofía con la
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filosofía, a la elocuencia con la elocuencia.
Sus oponentes paganos le llamaron la atención a la suerte de
Sócrates, quien por haber predicado dioses extraños, había sido
condenado a muerte; y aconsejaron a Pablo que no arriesgara su
vida de la misma manera. Pero los discursos del apóstol cautivaron
la atención del pueblo, y su sabiduría sin afectación, les imponía