Página 260 - La Voz

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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
respeto y admiración.—
Los Hechos de los Apóstoles, 191, 192 (PP),
193, 194 (ACES)
.
El fracaso de la elocuencia y la lógica
—La costumbre de Pablo
había sido adoptar un estilo oratorio en su predicación. Era un
hombre capaz de hablar ante reyes, ante los grandes y eruditos
hombres de Atenas, y su conocimiento intelectual con frecuencia, le
era de valor en la preparación del camino para el Evangelio. Trató de
hacer esto en Atenas, haciendo frente a la elocuencia con elocuencia,
a la filosofía con filosofía y a la lógica con lógica, pero no alcanzó el
éxito que había esperado.—
Comentario Bíblico Adventista 6:1084
.
Su sencilla presentación de Cristo
—Lo que hizo el apóstol
Pablo al encontrarse con los filósofos de Atenas, encierra una lec-
ción para nosotros. Al presentar el Evangelio ante el tribunal del
Areópago, Pablo contestó a la lógica con la lógica, a la ciencia con la
ciencia, a la filosofía con la filosofía. Los más sabios de sus oyentes
quedaron atónitos. No podían rebatir las palabras de Pablo. Pero
este esfuerzo dio poco fruto. Escasos fueron los que aceptaron el
Evangelio. En lo sucesivo Pablo adoptó un procedimiento diferente.
[412]
Prescindió de complicados argumentos y discusiones teóricas, y
con sencillez dirigió las miradas de hombres y mujeres a Cristo, el
Salvador de los pecadores. Escribiendo a los corintios acerca de su
obra entre ellos, dijo:
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con altivez de
palabra, o de sabiduría, a anunciaros el testimonio de Cristo. Porque
no me propuse saber algo entre vosotros, sino a Jesucristo, y a éste
crucificado... Y ni mi palabra, ni mi predicación fue con palabras
persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración del Espíritu
y de poder; para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de
hombres, mas en poder de Dios”.
1 Corintios 2:1-5
.—
El Ministerio
de Curación, 164, 165
.
Su razonamiento era profundo
—Los hechos del caso eran que
Pablo era un hombre de gran saber, y su prudencia y sus modales
encantaban a sus oyentes. Agradaba a los sabios con su conocimien-
to, y muchos de ellos creían en Jesús. Cuando estaba ante reyes y
grandes asambleas, manifestaba tal elocuencia que fascinaba a todos
los presentes. Esto enfurecía mucho a los sacerdotes y ancianos.
Era fácil para Pablo entrar en raciocinios profundos y, elevándose,
arrastraba a la gente consigo en los pensamientos más exaltados, al