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Hombres y mujeres de la Biblia
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presentar las riquezas profundas de la gracia de Dios, y describir
el asombroso amor de Cristo. Luego, con sencillez, descendía al
nivel que el pueblo común podía comprender, y de la manera más
poderosa relataba su experiencia, y despertaba en sus oyentes el
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ardiente deseo de ser discípulos de Cristo.—
Primeros Escritos, 206,
207
.
El poder creador del verdadero Dios
—La gente se llenó de
admiración por el fervor de Pablo, y su lógica exposición de los
atributos del Dios verdadero: su poder creador y la existencia de
su providencia predominante. Con ardiente y férvida elocuencia,
el apóstol declaró: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas
que en él hay, éste, como es Señor del cielo y de la tierra, no habita
en templos hechos de manos, ni es honrado con manos de hombre,
necesitado de algo; pues él da a todos vida, y respiración, y todas
las cosas”.—
Los Hechos de los Apóstoles, 193 (PP), 195 (ACES)
.
Su tacto ante un auditorio pagano
—Las palabras de Pablo
contienen un tesoro de conocimiento para la iglesia. Estaba en una
posición desde donde hubiera podido fácilmente decir algo que
irritara a sus orgullosos oyentes, y lo metiera en dificultad. Si su
discurso hubiera sido un ataque directo contra sus dioses y los
grandes hombres de la ciudad, hubiera estado expuesto a sufrir la
suerte de Sócrates. Pero con un tacto nacido del amor divino, apartó
cuidadosamente sus mentes de las deidades paganas, y les reveló al
Dios verdadero, que era desconocido para ellos.—
Los Hechos de
los Apóstoles, 195, 196 (PP), 198 (ACES)
.
Cristo era su centro
—Habló con solemne fervor, y sus oyentes
no pudieron sino percibir que amaba con todo su corazón al crucifi-
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cado y resucitado Salvador. Vieron que su mente se concentraba en
Cristo, y que toda su vida estaba vinculada con su Señor. Tan impre-
sionantes fueron sus palabras, que solamente aquellos que estaban
llenos del más amargo odio contra la religión cristiana, pudieron
quedar sin conmoverse por ellas.—
Los Hechos de los Apóstoles,
201 (PP), 203, 204 (ACES)
.
Su instrucción era sana y práctica
—Pablo era un orador elo-
cuente. Antes de su conversión, había tratado a menudo de impre-
sionar a sus oyentes con los vuelos de la oratoria. Pero ahora puso
todo eso a un lado. En lugar de entregarse a descripciones poéticas y
cuadros fantásticos que pudieran complacer los sentidos y alimentar