Página 267 - La Voz

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Reformadores medievales
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Fue un instrumento elegido de Dios
—Lutero fue un instru-
mento elegido de Dios, para desgarrar las vestiduras de hipocresía
de la iglesia papal y exponer su corrupción. Celosamente levanta-
ba su voz, y con el poder del Espíritu Santo clamaba en contra de
los pecados existentes, y reprendía a los dirigentes del pueblo.—
Testimonies for the Church 1:372
.
Poseía una calma y un poder majestuosos
—La calma, el po-
der majestuoso de Lutero, humillaba a sus enemigos, y asestaba al
papado los golpes más terribles.—
Testimonies for the Church 1:373
.
Hablaba con majestad
—La oración de Lutero fue escuchada.
Su valor y su fe regresaron cuando se encontró con sus enemigos.
Allí estaba él, humilde como un cordero, rodeado de los grandes
hombres de la tierra, quienes, como lobos salvajes, tenían la vista
fija sobre él, esperando sugestionarlo con su poder y grandeza. Pero
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él se había sostenido de la fortaleza de Dios, y no tenía temor. Sus
palabras fueron habladas con tal majestad y poder, que sus enemigos
no pudieron hacer nada contra él...
La calma que mostraba Lutero, hacía un agudo contraste con
la pasión y la ira, que los así llamados grandes hombres exhibían.
Ellos no pudieron atemorizarlo para que se retractara de la ver-
dad. Se mantuvo como una roca en su noble sencillez y su serena
determinación.—
Testimonies for the Church 1:374, 375
.
Hizo una rotunda exposición
—En la siguiente entrevista, Lute-
ro presentó una clara, concisa y rotunda exposición de sus opiniones,
bien apoyada con muchas citas bíblicas.—
Seguridad y Paz en el
Conflicto de los Siglos, 146
.
Hablaba con solemnidad y fervor
—Sus palabras, impregnadas
de solemnidad y profundo fervor, le daban un poder que sus mismos
enemigos no podían resistir.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de
los Siglos, 164, 165
.
Su prudencia y dignidad
—“Por esta razón, suplico a su majes-
tad imperial, con toda sumisión, se digne concederme tiempo, para
que pueda yo responder sin manchar la Palabra de Dios”.
Lutero obró discretamente al hacer esta súplica. Sus palabras
convencieron a la asamblea de que él no hablaba movido por pasión,
ni arrebato. Esta reserva, esta calma tan sorprendente en semejante
hombre, acreció su fuerza, y lo preparó para contestar más tarde con
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una sabiduría, una firmeza y una dignidad que iban a frustrar las