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Capítulo 74—El canto de los redimidos
Un adelanto de la inefable gloria del cielo
—Se me recordó
luego la gloria del cielo, el tesoro allegado allí por los fieles. Todo era
hermoso y lleno de gloria. Los ángeles cantaban un hermoso himno,
luego dejaban de cantar y se quitaban las coronas deslumbrantes,
las echaban a los pies del glorioso Jesús, y con voces melodiosas
clamaban: “¡Gloria! ¡Aleluya! Me uní con ellos en sus cantos de
alabanza y honor al Cordero, y cada vez que abría la boca para loarle,
me dominaba un inefable sentido de la gloria que me rodeaba.—
Primeros Escritos, 66
.
Los cantos de los santos
—Y todos exclamamos: “¡Aleluya!
Muy poco nos ha costado el cielo”. Pulsamos entonces nuestras áu-
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reas arpas, cuyos ecos resonaron en las bóvedas del cielo.—
Primeros
Escritos, 17
.
Los cantos de los hijos de Dios
—Toda la naturaleza, en su in-
comparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración.
El mundo quedará bañado en luz celestial. La luz de la luna será
como la del sol, y la luz del sol siete veces más intensa que ahora.
Los años transcurrirán alegremente. Y sobre todo, las estrellas de
la mañana cantarán juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo,
mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que, “ya no habrá
más pecado, ya no habrá más muerte”.—
El Ministerio de Curación,
405
.
El coro de los redimidos y los ángeles
—Deteneos en el umbral
de la eternidad, y oid la misericordiosa bienvenida dada a los que en
esta vida cooperaron con Cristo, y consideraron como un privilegio
y un honor sufrir por su causa. Con los ángeles, echan sus coronas a
los pies del Redentor, exclamando: “El Cordero que fue inmolado es
digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza, y honra,
y gloria, y alabanza... Al que está sentado en el trono, y al Cordero,
sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre
jamás”.
Apocalipsis 5:12, 13
.
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